Día 24: Llamas
Tengo que escribir un relato en tercera persona y honestamente no le veo complicación alguna... me gusta mucho escribir así porque te da bastante margen para actuar, puedes agregar a personajes y quitar sin que la historia cambie mucho. No sé, es algo bonito. No digo que escribir en primera no tenga lo suyo, que a decir verdad... es muy chungo, las veces que he tenido que hacer algo así me he sacado los ojos intentando no repetir el "me" porque no encontraba manera posible de omitir ese artículo, pero bueno... no me enrollo más...
¡Allá voy!
Llamas
A pesar de que no le habían dicho nada, él no estaba nervioso. Veía desde su posición como sus padres cogían apresuradamente sus pertenencias, las colocaban dentro de un saco marrón lleno de tierra. Su madre con aspecto agotado sacaba comida del almacén lo guardaba en su delantal y de vez en cuando, le enviaba una amorosa mirada a su hijo. Él a su vez sonreía mostrando sus dientes mellados y esperaba moviendo sus pies emocionados. ¡Se iban de viaje! Buscó a su padre que seguía recogiendo todo, pero cuando la bolsa de rompió por debajo gruño, dio una patada a la mesa y giró para verle a él. Al igual que la mujer le sonrió con dulzura, el niño rió divertido ante la gracia de su padre. Ambos adultos se miraron, dejaron de hacer todo para correr y abrazar a su hijo. El niño no entendía nada, pero en aquella muestra de afecto notó una sensación extraña: añoranza. Sólo tenía cuatro años, no entendía nada pero sabía que no volvería a ver esa casa.
Los adultos recogieron las cosas que tenían ya guardadas, abandonado todo lo que había juntado en ese momento. Cogieron las bolsas y salieron para meterlo en el carro, el caballo gruñó molesto al sentir el peso en su lomo. El niño corrió y se abrazó a la pata del equino para tranquilizarlo, en ese momento sus padres miraron la escena, suspiraron y terminaron de recoger las cosas.
Los tres se subieron a la carreta, el padre arreó el caballo y comenzaron la marcha, el niño miró para atrás y volvió a sentir la añoranza. Los adultos quisieron consolarlo, pero escucharon como los soldados se acercaban, iban a quemar su casa, por lo que con un nudo en la garganta hicieron girar la cabecita al niño y comenzaron a cantar una canción a gritos, para que el pequeño no escuchara como la casa que le vio nacer se esfumaba en el horizonte.
¡Allá voy!
Llamas
A pesar de que no le habían dicho nada, él no estaba nervioso. Veía desde su posición como sus padres cogían apresuradamente sus pertenencias, las colocaban dentro de un saco marrón lleno de tierra. Su madre con aspecto agotado sacaba comida del almacén lo guardaba en su delantal y de vez en cuando, le enviaba una amorosa mirada a su hijo. Él a su vez sonreía mostrando sus dientes mellados y esperaba moviendo sus pies emocionados. ¡Se iban de viaje! Buscó a su padre que seguía recogiendo todo, pero cuando la bolsa de rompió por debajo gruño, dio una patada a la mesa y giró para verle a él. Al igual que la mujer le sonrió con dulzura, el niño rió divertido ante la gracia de su padre. Ambos adultos se miraron, dejaron de hacer todo para correr y abrazar a su hijo. El niño no entendía nada, pero en aquella muestra de afecto notó una sensación extraña: añoranza. Sólo tenía cuatro años, no entendía nada pero sabía que no volvería a ver esa casa.
Los adultos recogieron las cosas que tenían ya guardadas, abandonado todo lo que había juntado en ese momento. Cogieron las bolsas y salieron para meterlo en el carro, el caballo gruñó molesto al sentir el peso en su lomo. El niño corrió y se abrazó a la pata del equino para tranquilizarlo, en ese momento sus padres miraron la escena, suspiraron y terminaron de recoger las cosas.
Los tres se subieron a la carreta, el padre arreó el caballo y comenzaron la marcha, el niño miró para atrás y volvió a sentir la añoranza. Los adultos quisieron consolarlo, pero escucharon como los soldados se acercaban, iban a quemar su casa, por lo que con un nudo en la garganta hicieron girar la cabecita al niño y comenzaron a cantar una canción a gritos, para que el pequeño no escuchara como la casa que le vio nacer se esfumaba en el horizonte.
Oh, cuanta ternura. Me hizo sentir mal ese final T^T Me recordó cuando nos mudamos de nuestra primera casa —la primera que recordaba con mis hermanos—, y cuando nos tuvimos que marchar, fue difícil. Me siento nostálgica ya :,D
ResponderEliminarMe ha gustado mucho <3 aunque me quedó la duda de por qué le quemaban la casa owo
¡Cuidate!
Bye!
Me imaginé que era una invasión bárbara y tenían que abandonar los terrenos. Me alegro que te haya gustado, si a mi también me hizo sentir nostálgica
EliminarCuídate