Día 10: Contracción
Como dije ayer hoy escribiré el relato de "Acción", pero realmente no es lo típico de éste género. Mi concepto es un poco más abstracto que pistolas, guerras y darse coñazos mutuamente.
Es una acción diferente pero que terminarás (si eres mujer) con un dolor de vagina de aupa.
Aviso: El contenido del relato será bastante explícito y quizás te puede resultar desagradable. Así que en tu mano esta continuar o no.
Contracción
Es mi primera intervención. Estoy algo nervioso, me han dicho que Samantha es una mujer experimentada, que es su segundo hijo y que posiblemente sea algo sencillo. A pesar de que dicen eso, escucho como hablan entre ellos y no dejan de mirarme. Frunzo el ceño. Que sea nuevo, no quiere decir que sea sordo o idiota. Bufo mosqueado y me acerco a Samantha. Es una mujer preciosa, de piel marfileña, unos grandes ojos verdes y un cabello rojo intenso. Río al pensar que de su vagina saldrá un bebé con el cabello rojo. El marido de ella también tiene ese tono de pelo, así que la probabilidad que sea idéntico es bastante alta.
Ella me saluda algo avergonzada y mordiéndose el labio. La enfermera le hace una eco mientras yo me coloco los guantes y me siento delante de ella. Con voz segura le pido que se abra de piernas. Sin comentar nada o parecer avergonzada se sube la bata, abre las piernas y se apoya de los reposapies. En ese instante su vagina se expone a mi. Las enfermeras ya la han depilado, por lo que puedo ver sus labios húmedos algo inflamados. Sonrió e introduzco un dedo para comprobar su dilatación. Nada. Será una larga noche.
Sus gemidos me ponen nervioso, pero tengo que evitar mostrarlos. Samantha está caminando por la habitación, tiene la mano apoyada en la cadera y la otra cogiendo el palo de suero. En el suelo hemos puesto unos empapadores por si rompe agua. Dudo que lo haga en breves, pero las enfermeras lo han preferido así. Yo no digo nada. Miro a la parturienta que tiene las mejillas coloradas, los muslos tensos y le comienza a salir un hilo de sangre de los labios. Es fuerte. Desde hace cuatro horas tiene contracciones cada veinte minutos. Es tan valiente que tengo ganas de llamar a mi madre y decirle lo mucho que la amo.
Absorto en mis pensamientos no escucho el último grito, pero si noto como mi paciente se arrodilla en el suelo y se toca la vagina. Le duele. Normal.
Está sentada en la silla, las piernas abiertas y en tensión. Su vagina ha comenzado a abrirse poco a poco. Le pido que no empuje todavía, pero noto como sus glúteos se tensan y cierra los dedos de los pies. Su marido le coge de la mano y cruza los ojos al notar el dolor de su agarre. Aunque parezca extraño, prefiero estar sentado delante de las piernas de esa mujer, que sujetándole de la mano.
Vuelvo a concentrar mis ojos en los genitales de su esposa. Introduzco unos dedos hasta tocar la cabeza del crío. Llega una contracción y le digo que empuje. Ella obedece. El bebé comienza a empujar desde el interior. Los labios comienzan a abrirse, por los extremos cae un líquido baboso que limpio con una gaza. A pesar de los gritos sólo me concentro en ir abriendo el camino al niño. No quiero hacerle un corte, pero como no se ensanche más así lo tendré que hacer. Se lo explico a los padres, pero ella se niega y empuja con otra contracción.
La cabeza está fuera, pero las contracciones han parado. El niño tiene la cara azul pero va adquiriendo un color rosado sano. Otra contracción y le digo que empuje. Poco a poco salen los hombros, brazos y al final los pies. Siento como todo el líquido amniotico cae en mis rodillas y el crío llora al acto. Suspiro satisfecho, lo peor ya pasó. Le entrego al bebé llorón a la parturienta llorosa, ella lo abraza, lo besa y da gracias a Dios. El padre corta el cordón y yo me ocupo de apretarle el abdomen para expulsar la placenta. Una bolsa blanca, roja y azulada cae a un empador, pronto las enfermeras se lo llevan junto al cordón y sé lo que van a hacer.
Esa pareja ha decidido donar su cordón y placenta a una buena causa. Sonrió orgulloso a mi primera pareja de padres. En esta sala, soy yo el primerizo, pero uno muy feliz.
Es una acción diferente pero que terminarás (si eres mujer) con un dolor de vagina de aupa.
Aviso: El contenido del relato será bastante explícito y quizás te puede resultar desagradable. Así que en tu mano esta continuar o no.
Contracción
Es mi primera intervención. Estoy algo nervioso, me han dicho que Samantha es una mujer experimentada, que es su segundo hijo y que posiblemente sea algo sencillo. A pesar de que dicen eso, escucho como hablan entre ellos y no dejan de mirarme. Frunzo el ceño. Que sea nuevo, no quiere decir que sea sordo o idiota. Bufo mosqueado y me acerco a Samantha. Es una mujer preciosa, de piel marfileña, unos grandes ojos verdes y un cabello rojo intenso. Río al pensar que de su vagina saldrá un bebé con el cabello rojo. El marido de ella también tiene ese tono de pelo, así que la probabilidad que sea idéntico es bastante alta.
Ella me saluda algo avergonzada y mordiéndose el labio. La enfermera le hace una eco mientras yo me coloco los guantes y me siento delante de ella. Con voz segura le pido que se abra de piernas. Sin comentar nada o parecer avergonzada se sube la bata, abre las piernas y se apoya de los reposapies. En ese instante su vagina se expone a mi. Las enfermeras ya la han depilado, por lo que puedo ver sus labios húmedos algo inflamados. Sonrió e introduzco un dedo para comprobar su dilatación. Nada. Será una larga noche.
Sus gemidos me ponen nervioso, pero tengo que evitar mostrarlos. Samantha está caminando por la habitación, tiene la mano apoyada en la cadera y la otra cogiendo el palo de suero. En el suelo hemos puesto unos empapadores por si rompe agua. Dudo que lo haga en breves, pero las enfermeras lo han preferido así. Yo no digo nada. Miro a la parturienta que tiene las mejillas coloradas, los muslos tensos y le comienza a salir un hilo de sangre de los labios. Es fuerte. Desde hace cuatro horas tiene contracciones cada veinte minutos. Es tan valiente que tengo ganas de llamar a mi madre y decirle lo mucho que la amo.
Absorto en mis pensamientos no escucho el último grito, pero si noto como mi paciente se arrodilla en el suelo y se toca la vagina. Le duele. Normal.
Está sentada en la silla, las piernas abiertas y en tensión. Su vagina ha comenzado a abrirse poco a poco. Le pido que no empuje todavía, pero noto como sus glúteos se tensan y cierra los dedos de los pies. Su marido le coge de la mano y cruza los ojos al notar el dolor de su agarre. Aunque parezca extraño, prefiero estar sentado delante de las piernas de esa mujer, que sujetándole de la mano.
Vuelvo a concentrar mis ojos en los genitales de su esposa. Introduzco unos dedos hasta tocar la cabeza del crío. Llega una contracción y le digo que empuje. Ella obedece. El bebé comienza a empujar desde el interior. Los labios comienzan a abrirse, por los extremos cae un líquido baboso que limpio con una gaza. A pesar de los gritos sólo me concentro en ir abriendo el camino al niño. No quiero hacerle un corte, pero como no se ensanche más así lo tendré que hacer. Se lo explico a los padres, pero ella se niega y empuja con otra contracción.
La cabeza está fuera, pero las contracciones han parado. El niño tiene la cara azul pero va adquiriendo un color rosado sano. Otra contracción y le digo que empuje. Poco a poco salen los hombros, brazos y al final los pies. Siento como todo el líquido amniotico cae en mis rodillas y el crío llora al acto. Suspiro satisfecho, lo peor ya pasó. Le entrego al bebé llorón a la parturienta llorosa, ella lo abraza, lo besa y da gracias a Dios. El padre corta el cordón y yo me ocupo de apretarle el abdomen para expulsar la placenta. Una bolsa blanca, roja y azulada cae a un empador, pronto las enfermeras se lo llevan junto al cordón y sé lo que van a hacer.
Esa pareja ha decidido donar su cordón y placenta a una buena causa. Sonrió orgulloso a mi primera pareja de padres. En esta sala, soy yo el primerizo, pero uno muy feliz.
Oh, no sabía que se donaba el cordón y la placenta owo pensé que eso era desperdicio XD
ResponderEliminarHa sido un relato intenso, nunca había leído la descripción de un parto, sólo había visto algunos, pero creo que me dio más impresión esto, es tan gráfico D:
¡Cuidate!
Bye!
Es una escena de acción real... sólo de pensar como se abre una para sacar un bebé ya me duele incluso a mi. Aish... que dolorsillo.
EliminarPues si, se puede donar todo eso... para curar la leucemia y algunas cosas más.
Cuídate :D