¡Escógeme!: Uno
¡Hola!
Como dije ayer comenzaré a subir mis historias que tengo abiertas en el otro blog. Si ya la estás leyendo, ten un poco de paciencia porque prometo subirlas bien seguiditas (un día cada una) para poder llegar al capítulo que debo escribir al siguiente.
Bueno, sin más te dejo con el capítulo.
¡Disfruta!
Nombre: ¡Escógeme!
Serie: Naruto
Pareja: Itachi x Hinata
Completa
Disclaimer: Naruto y sus personajes no me pertenecen, pero si la historia a continuación.
La he publicado también en FanFiction, por si estás interesado en leer otra historia mía ahí, o por casualidad la vez.
Si quieres usar el FF para colgarlo en algún blog, ¡adelante! tan sólo da créditos.
Responsorio:
Todos esperan que diga algo bonito. Lo ve en los ojos brillantes de cada uno de los espectadores, en la forma que se sujetan la mano y como sus labios se curvan en una ligera sonrisa. Nadie lo puede negar. Incluso a lo lejos, observa como alguien la contempla y al igual que todos, se mantiene callado y a la espera.
Bajó la mirada al arrugado papel que tenia entre las manos. La hoja estaba sucia, manchada de lágrimas y lápiz de ojo, además de resto de mocos y alguna otra sustancia que en ese momento no se iba a poner a investigar. Abrió su pequeño discurso y releyó en su mente. Levantó una vez más la cabeza y pensó que no podía decir lo que había ahí escrito. No podía, porque todas esas palabras ahora ya no tenían significado. Nada de lo que ella pudiera decirle a aquellas personas afligidas calmarían o disminuirían su dolor, al igual que comprendía que aquel discurso sería frío y carente de emoción, porque después de todo, no le hablaba a ellos, sino a la persona que estaba muerta. Y lamentablemente los muertos no escuchan.
Uno:
La última vez que había ido a la casa familiar, fue con él. Ninguno de los dos tenía muchas ganas de escuchar una vez más el sermón sobre el futuro, pero no habían tenido más remedio que acatar órdenes, como siempre. Así que callados se habían cogido las manos y caminaron detrás de su padre. Recordaba cada expresión que ponía cuando les regañaban, los comentarios que le susurraba al oído o las muestras de afecto que mostraba, para callar una vez más a su progenitor o avergonzar a su hermana, que a escondidas les observaba. En cierto modo ir a ese lugar era una oportunidad de demostrar que aquel contrato firmado décadas atrás había servido para algo. Era cierto que cuando se lo comentaron cuando era una adolescente le pareció algo absurdo y cruel, pero con el tiempo se alegró. Aunque ahora, ese documento firmado y escondido en algún rincón de aquella mansión carecía de importancia y precisamente por eso, se veía obligada a firmar otro. Y por eso había vuelto. Desde aquella vez no había vuelto a pisar aquel suelo de madera bien pulido y brillante, no había vuelto a disfrutar del aroma a camelias que invadía todas las habitación y tampoco, había vuelto a ver a su padre. Siempre cuando les llamaban para reunirse ponían alguna excusa para quedarse en casa, abrazados y desnudos bajo las sábanas de la cama. Esa misma escena se solía repetir cada sábado o domingo, por lo que nunca llegaban realmente ver a sus familiares. Pero todo eso ya se había acabado. No podía volver a mentir, tampoco a quedarse bajo las sábanas o ingeniar excusas para faltar. Ya no podía hacer nada de eso, porque su prometido estaba muerto.
Tragó saliva cuando entró al salón donde la esperaban todos. Tanto su anciano padre, como su hermana, sus suegros y el quien sería su nuevo prometido. Intentó sonreír al verlo, pero simplemente no pudo. Siempre le había gustado el hermano de su prometido, pero nunca de una forma romántica. Después de todo ella había escogido al menor y no al mayor, pero parecía que el destino tenía otros planes. Sasuke había muerto y el único que quedaba vivo era Itachi.
La reunión había sido más larga de lo necesario. Los dos involucrados en el tema no habían abierto boca, tan sólo se limitaban a firmar los papeles y asentir como borregos. Tampoco es que pudieran hacer nada más. Con la muerte de uno de los herederos, todo el marrón caía en el otro y eso que él se había esforzado en mantenerse al margen del tema familiar. A decir verdad, podía contemplar como Itachi fruncía el ceño cada vez que escuchaba palabras como orgullo familiar o empresa familiar. Gracias a su ex prometido sabía que la relación del mayor con la familia, no había sido muy buena. Ni de pequeño, ni de adolescente y mucho menos de adulto. No hacía falta que se lo juraran. Él no parecía un Uchiha, por mucho que su aspecto físico lo delatara: alto, fornido, brazos musculosos, semblante serio, piel blanca y unos oscuros ojos negros. Su parecido era tal al de su hermano, que a veces se quedaba observándolo. Más de una vez sus ojos se cruzaron, pero ella no apartó la mirada como hubiera hecho años atrás. Hacerlo a esas alturas hubiera sido ridículo, precisamente porque en menos de cuatro semanas tendrían que estar casados, revueltos y pensando en descendencia. Ya ellos no tenía tiempo de conocerse, el tiempo no corría a su favor.
La puerta de su apartamento se cerró a su espaldas. El sonido resonó por las paredes vacías, el sol se filtraba entre las ventanas y un aroma a cerrado llenaba cada recoveco del piso. Su hogar parecía abandonado, y eso que no había estado más de una semana fuera. Abrió las ventanas, dejó que el aire fresco limpiara las habitaciones y encendió un par de luces para iluminar un poco el lugar y al mismo tiempo su mente. Debía abandonar aquel sitio. Su padre se lo había dicho, su suegro también. Prácticamente el perro le había ladrado que se marchara, pero con el tiempo había adquirido un cierto carácter terco. Quizás se debía a su ex prometido que era de ideas fijas y ella había terminado por copiar las manías malas. Así que a pesar de todas las quejas, se resignaba a dejarlo. No podía. En esa casa estaban los últimos recuerdos de su relación con el difunto, simplemente no podía echar página como si nada. Necesitaba su duelo, aunque sabía que no podía permitírselo. No sólo por ella misma, sino por su familia. La empresa necesitaba cerrar aquel negocio con los Uchihas, así hacer las reformas, la fusión y expandir el negocio fuera de la Isla, pero claro, para que todo eso se llevara acabo necesitaban la mente magistral de alguien, y ese alguien en teoría debía ser el muerto, que por cuestiones obvias se encontraba incapacitado para realizar esas funciones permanentemente, y por eso su cuñado debía aprenderse todo lo que su hermano había hecho en años. Era injusto. En cierto modo se lamentaba por él. Ella ya había tenido más de dieciocho años para mentalizarse que debería dirigir la empresa familiar, en cambio él de la noche a la mañana le cayó todo. Rió con tristeza.
Se acercó a una pequeña mesa donde estaba una foto de su ex y ella, ambos abrazados, sonriendo como tontos. Cogió el marco y pasó un dedo por el rostro de Sasuke.
- No debiste coger el coche ese día. Idiota.
Lloró una vez más. Dejó caer su cuerpo al suelo mientras apretaba el marco contra su pecho. Las lágrimas se le deslizaban por las mejillas una tras otra, sin tregua ni compasión. Cuando dejó de llorar, tenía el cuello de la camisa empapada al igual que la cara y parte de la alfombra donde estaba tirada. Se frotó los ojos y decidió que su mini duelo había terminado. Ya no podía lamentarse más. Tenía que pasar página y a duras penas sabía que lo que todo el mundo decía tenía cierto. Se levantó del suelo, caminó hasta el teléfono y marcó un número. Espero a que repicara la llamada y cuando la voz grave y molesta de Itachi habló supo que no había marcha atrás.
Como dije ayer comenzaré a subir mis historias que tengo abiertas en el otro blog. Si ya la estás leyendo, ten un poco de paciencia porque prometo subirlas bien seguiditas (un día cada una) para poder llegar al capítulo que debo escribir al siguiente.
Bueno, sin más te dejo con el capítulo.
¡Disfruta!
Nombre: ¡Escógeme!
Serie: Naruto
Pareja: Itachi x Hinata
Completa
Disclaimer: Naruto y sus personajes no me pertenecen, pero si la historia a continuación.
La he publicado también en FanFiction, por si estás interesado en leer otra historia mía ahí, o por casualidad la vez.
Si quieres usar el FF para colgarlo en algún blog, ¡adelante! tan sólo da créditos.
Todos esperan que diga algo bonito. Lo ve en los ojos brillantes de cada uno de los espectadores, en la forma que se sujetan la mano y como sus labios se curvan en una ligera sonrisa. Nadie lo puede negar. Incluso a lo lejos, observa como alguien la contempla y al igual que todos, se mantiene callado y a la espera.
Bajó la mirada al arrugado papel que tenia entre las manos. La hoja estaba sucia, manchada de lágrimas y lápiz de ojo, además de resto de mocos y alguna otra sustancia que en ese momento no se iba a poner a investigar. Abrió su pequeño discurso y releyó en su mente. Levantó una vez más la cabeza y pensó que no podía decir lo que había ahí escrito. No podía, porque todas esas palabras ahora ya no tenían significado. Nada de lo que ella pudiera decirle a aquellas personas afligidas calmarían o disminuirían su dolor, al igual que comprendía que aquel discurso sería frío y carente de emoción, porque después de todo, no le hablaba a ellos, sino a la persona que estaba muerta. Y lamentablemente los muertos no escuchan.
Uno:
La última vez que había ido a la casa familiar, fue con él. Ninguno de los dos tenía muchas ganas de escuchar una vez más el sermón sobre el futuro, pero no habían tenido más remedio que acatar órdenes, como siempre. Así que callados se habían cogido las manos y caminaron detrás de su padre. Recordaba cada expresión que ponía cuando les regañaban, los comentarios que le susurraba al oído o las muestras de afecto que mostraba, para callar una vez más a su progenitor o avergonzar a su hermana, que a escondidas les observaba. En cierto modo ir a ese lugar era una oportunidad de demostrar que aquel contrato firmado décadas atrás había servido para algo. Era cierto que cuando se lo comentaron cuando era una adolescente le pareció algo absurdo y cruel, pero con el tiempo se alegró. Aunque ahora, ese documento firmado y escondido en algún rincón de aquella mansión carecía de importancia y precisamente por eso, se veía obligada a firmar otro. Y por eso había vuelto. Desde aquella vez no había vuelto a pisar aquel suelo de madera bien pulido y brillante, no había vuelto a disfrutar del aroma a camelias que invadía todas las habitación y tampoco, había vuelto a ver a su padre. Siempre cuando les llamaban para reunirse ponían alguna excusa para quedarse en casa, abrazados y desnudos bajo las sábanas de la cama. Esa misma escena se solía repetir cada sábado o domingo, por lo que nunca llegaban realmente ver a sus familiares. Pero todo eso ya se había acabado. No podía volver a mentir, tampoco a quedarse bajo las sábanas o ingeniar excusas para faltar. Ya no podía hacer nada de eso, porque su prometido estaba muerto.
Tragó saliva cuando entró al salón donde la esperaban todos. Tanto su anciano padre, como su hermana, sus suegros y el quien sería su nuevo prometido. Intentó sonreír al verlo, pero simplemente no pudo. Siempre le había gustado el hermano de su prometido, pero nunca de una forma romántica. Después de todo ella había escogido al menor y no al mayor, pero parecía que el destino tenía otros planes. Sasuke había muerto y el único que quedaba vivo era Itachi.
La reunión había sido más larga de lo necesario. Los dos involucrados en el tema no habían abierto boca, tan sólo se limitaban a firmar los papeles y asentir como borregos. Tampoco es que pudieran hacer nada más. Con la muerte de uno de los herederos, todo el marrón caía en el otro y eso que él se había esforzado en mantenerse al margen del tema familiar. A decir verdad, podía contemplar como Itachi fruncía el ceño cada vez que escuchaba palabras como orgullo familiar o empresa familiar. Gracias a su ex prometido sabía que la relación del mayor con la familia, no había sido muy buena. Ni de pequeño, ni de adolescente y mucho menos de adulto. No hacía falta que se lo juraran. Él no parecía un Uchiha, por mucho que su aspecto físico lo delatara: alto, fornido, brazos musculosos, semblante serio, piel blanca y unos oscuros ojos negros. Su parecido era tal al de su hermano, que a veces se quedaba observándolo. Más de una vez sus ojos se cruzaron, pero ella no apartó la mirada como hubiera hecho años atrás. Hacerlo a esas alturas hubiera sido ridículo, precisamente porque en menos de cuatro semanas tendrían que estar casados, revueltos y pensando en descendencia. Ya ellos no tenía tiempo de conocerse, el tiempo no corría a su favor.
La puerta de su apartamento se cerró a su espaldas. El sonido resonó por las paredes vacías, el sol se filtraba entre las ventanas y un aroma a cerrado llenaba cada recoveco del piso. Su hogar parecía abandonado, y eso que no había estado más de una semana fuera. Abrió las ventanas, dejó que el aire fresco limpiara las habitaciones y encendió un par de luces para iluminar un poco el lugar y al mismo tiempo su mente. Debía abandonar aquel sitio. Su padre se lo había dicho, su suegro también. Prácticamente el perro le había ladrado que se marchara, pero con el tiempo había adquirido un cierto carácter terco. Quizás se debía a su ex prometido que era de ideas fijas y ella había terminado por copiar las manías malas. Así que a pesar de todas las quejas, se resignaba a dejarlo. No podía. En esa casa estaban los últimos recuerdos de su relación con el difunto, simplemente no podía echar página como si nada. Necesitaba su duelo, aunque sabía que no podía permitírselo. No sólo por ella misma, sino por su familia. La empresa necesitaba cerrar aquel negocio con los Uchihas, así hacer las reformas, la fusión y expandir el negocio fuera de la Isla, pero claro, para que todo eso se llevara acabo necesitaban la mente magistral de alguien, y ese alguien en teoría debía ser el muerto, que por cuestiones obvias se encontraba incapacitado para realizar esas funciones permanentemente, y por eso su cuñado debía aprenderse todo lo que su hermano había hecho en años. Era injusto. En cierto modo se lamentaba por él. Ella ya había tenido más de dieciocho años para mentalizarse que debería dirigir la empresa familiar, en cambio él de la noche a la mañana le cayó todo. Rió con tristeza.
Se acercó a una pequeña mesa donde estaba una foto de su ex y ella, ambos abrazados, sonriendo como tontos. Cogió el marco y pasó un dedo por el rostro de Sasuke.
- No debiste coger el coche ese día. Idiota.
Lloró una vez más. Dejó caer su cuerpo al suelo mientras apretaba el marco contra su pecho. Las lágrimas se le deslizaban por las mejillas una tras otra, sin tregua ni compasión. Cuando dejó de llorar, tenía el cuello de la camisa empapada al igual que la cara y parte de la alfombra donde estaba tirada. Se frotó los ojos y decidió que su mini duelo había terminado. Ya no podía lamentarse más. Tenía que pasar página y a duras penas sabía que lo que todo el mundo decía tenía cierto. Se levantó del suelo, caminó hasta el teléfono y marcó un número. Espero a que repicara la llamada y cuando la voz grave y molesta de Itachi habló supo que no había marcha atrás.
Capítulo dos |
la intensidad de tus relatos me atrapa gracias y beso
ResponderEliminar¡Muchas gracias! :D
EliminarUn saludo