¡Escógeme!: Cinco
Aviso: Contiene escenas sexuales, si eres sensible abstente a leer o hazlo bajo tu responsabilidad.
Cinco:
Aún no se creía lo que había pasado. Sentía que su mundo se había detenido justo antes de que ella saliera de aquella habitación. A pesar de que todas las imágenes se repetían detrás de sus ojos, sentía como si todo aquello fuera producto de su imaginación. Simplemente aquello no podía ser real. No podía haberse pasado las tres semanas más largas de su vida para que todo se terminara así. No sabía si se sentía decepcionada o aliviada. Y si fuera la primera, ¿por qué? Después de todo, aquel compromiso era algo obligatorio, no había sentimientos pero aún así, saberse rechazada le dolía.
Él estaba recostado sobre la ventana del avión, con los ojos cerrados y descansando como si no lo hubiera podido hacer en años. A decir verdad, con ese aspecto descuidado y relajado era un mismo ángel. Estuvo tentada en acariciarle la mejilla y darle un dulce beso, pero sabía que si lo hacía estaría enviando información contradictoria. Se escaparon en el día de su boda, habían cogido los billetes de luna de miel y tan sólo con una muda de ropa cogieron un taxi directo al aeropuerto. Y así estaban, viajando hacia Roma para pasar una supuesta luna de miel. Él no le había dicho nada, tan sólo entró en su habitación, la cogió de la mano y comenzaron a correr. En ningún momento pareció dispuesto a hablar, y cuando parecía que podían hacerlo tranquilamente él se quedó totalmente dormido. Podía enfadarse, e incluso montarle un escándalo de esos de parar un avión, pero decidió dejarle descansar y cuando se encontraran en su suit nupcial, armarle un verdadero jaelo.
El hotel estaba alejado del centro de Roma, por lo que podían ver un paisaje verde y silencioso, oír el murmullo de los autos e incluso el cantar de los pájaros. Ambos sabían que no podrían estar eternamente así, asomados en el balcón y admirando la naturaleza que en su tierra no tenían. Entre ellos habían muchas preguntas que hacer, demasiadas respuestas que dar y planear un futuro en conjunto, después de todo no podían desaparecer el día de su boda y dejar todo tal cual. Eran conscientes que cuando regresaran deberían dar muchas explicaciones y sobre todo responder como cabeza de familia, aunque en ese momento, con el otro a su lado simplemente deseaban disfrutar de ese momento de tregua. Tenían dos semanas para disfrutar del uno del otro y quizás, para conocerse un poquito mejor. O al menos eso quería creer ella. Quizás esa rápida decisión que había tomado Itachi le servirían a los dos para poder tomar la siguiente decisión mejor, después de todo, por mucho que se hubieran marchado el matrimonio se debería hacer, tanto civil como religioso. No había marcha atrás y los dos lo sabían.
Esa semana Hinata descubrió una nueva faceta de Itachi. Una que pensó que había olvidado. De pequeño él solía coger una guitarra y cantar en la calle, dejar que la gente le diera dinero y deleitar a los más pobres con su música y con lo recaudado en otro lugar donáserlo a estos. Era algo tan desinteresado y bonito que en cierto modo, con su inocencia infantil le enamoró. Él era pura bondad teñida de gris. Muchas veces se encontraba mirándolo, buscando en su rostro cansado, que fue lo que hizo decantarse por su hermano. A esas alturas de la vida, la presencia de Sasuke era casi un fantasma molesto. Sabía que debía dejar marchar al hermano, cerrar ese capítulo, pero antes necesitaba encontrar algo de fuerza en Itachi. Encontrar algo por lo que enamorarse y aunque le costara admitirlo, aquel ser de alas negras tenía una preciosa alma. No era materialista, no esperaba nada de nadie y si lo hacía, no era para beneficiarse sino para los demás. Por eso supo que cogerla de la mano y sacarla de la boda no lo había hecho por él, sino por ella y eso la hacía condenadamente infeliz. Deseaba que al menos una vez él hiciera algo por si mismo, por eso, aún cuando sus alarmas le decían lo contrario le forzó...
- ¿Qué quieres de mi?- le preguntó al llegar de una excursión.
- ¿Perdón?- le mira desconcertado mientras se quita los zapatos.
Todo lo que haces es por mi, para que yo sea feliz...- murmura acercándose a su lado.- Y jamás haces nada por ti mismo. ¿Qué es lo que quieres?¿Qué puedo hacer por ti?
Él gruño de forma animal, alejándose de ella y de sus labios rosas, su pechos generosos y ese aroma a vainilla. Cerró la mandíbula con fuerza y se centró en ordenar los zapatos y la ropa que se iba a poner después de ducharse. Si, porque con aquel acercamiento sentía que los pantalones se le iban a romper. Ella a su vez miraba la gran espalda de Itachi, como esos vaqueros se le ajustaban al abombado trasero y como su oscuro cabello negro caía libre sobre sus hombros. Por primera vez en meses sintió el deseo. Un calor creciente que comenzaba a invadir todo rincón de su cuerpo. Impulsada por la necesidad se levantó, caminó hasta él y le abrazó por la espalda. Hundió la cabeza entre sus homoplatos y apretó fuerte sus brazos. No quería que huyera. Nunca junto a Sasuke se había sentido tan activa sexualmente y eso que él era un gran amante, pero jamás sintió a necesidad de cortejarle, mostrar sus encantos. Era como un caparazón que tan sólo recibía, jamás quiso que él disfrutara, pero con Itachi todo era diferente.
Dejó que sus manos viajaran por su pecho y escuchó un gruñido cuando toco el principio de sus vaqueros. Notó como su respiración se aceleraba y como el calor de su cuerpo le quemaba. Quiso alejarse al notar las manos de él sobre las suyas, como sus dedos se entrelazaban y tiraban de ella para dejarla contra a la pared, a escasos centímetros de su boca. Le miró a esos ojos oscuros, hambrientos y que la miraban como si fuera una presa demasiado fácil o incluso, demasiado buena. Aguantó un par de segundos antes de acercarse a sus labios y morderle el inferior, el gimió con voz ronca antes de adelantar una rodilla y separarle las piernas para poder rozar con su muslo la vagina de Hinata. Ella gimió pero dejó que él la besara usando su lengua y frotando su ingle con delicadeza, calentándola y arrancándole pequeños jadeos de placer.
En menos de lo esperado los dos se estaban acariciando con ansia, arrancándose la ropa e investigando con sus lenguas cada pequeño rincón del cuerpo del otro. Hinata se maravilló al notar la piel suave de él, al pasar los dedos por el pecho fuerte y masculino y gemir de felicidad al notar su pene, erecto y duro para ella. Nunca le había hecho una felación a Sasuke, pero al ver a ese miembro, hinchado por ella no pudo contenerse y lo lamió, lo saboreo y acarició como si fuera un regalo caído de los cielos. Él explotó dentro de su boca, pero no terminó ya que aguantó para recostara el la cama y penetrarla, la excito con estocadas concisas y cuando ella estuvo apunto se dejó llevar, juntos en un orgasmo que barró todo lo que pudiera haber en sus cabezas en esos momentos.
La mano de Itachi era grande, cálida y trazaba pequeños círculos en su espalda, aún notaba su piel ardiente y sudorosa, su corazón latía deprisa pero sus movimientos eran tan tranquilos que la acunaban, cuando quiso darse cuenta ya caía en un pesado sueño. Sabía que al día siguiente, cuando abriera a los ojos se tendría que enfrentar a algo un poco más complicado que los días anteriores, después de todo cuando el sexo se metía en la ecuación todo se complicaba aún más.
Cinco:
Aún no se creía lo que había pasado. Sentía que su mundo se había detenido justo antes de que ella saliera de aquella habitación. A pesar de que todas las imágenes se repetían detrás de sus ojos, sentía como si todo aquello fuera producto de su imaginación. Simplemente aquello no podía ser real. No podía haberse pasado las tres semanas más largas de su vida para que todo se terminara así. No sabía si se sentía decepcionada o aliviada. Y si fuera la primera, ¿por qué? Después de todo, aquel compromiso era algo obligatorio, no había sentimientos pero aún así, saberse rechazada le dolía.
Él estaba recostado sobre la ventana del avión, con los ojos cerrados y descansando como si no lo hubiera podido hacer en años. A decir verdad, con ese aspecto descuidado y relajado era un mismo ángel. Estuvo tentada en acariciarle la mejilla y darle un dulce beso, pero sabía que si lo hacía estaría enviando información contradictoria. Se escaparon en el día de su boda, habían cogido los billetes de luna de miel y tan sólo con una muda de ropa cogieron un taxi directo al aeropuerto. Y así estaban, viajando hacia Roma para pasar una supuesta luna de miel. Él no le había dicho nada, tan sólo entró en su habitación, la cogió de la mano y comenzaron a correr. En ningún momento pareció dispuesto a hablar, y cuando parecía que podían hacerlo tranquilamente él se quedó totalmente dormido. Podía enfadarse, e incluso montarle un escándalo de esos de parar un avión, pero decidió dejarle descansar y cuando se encontraran en su suit nupcial, armarle un verdadero jaelo.
El hotel estaba alejado del centro de Roma, por lo que podían ver un paisaje verde y silencioso, oír el murmullo de los autos e incluso el cantar de los pájaros. Ambos sabían que no podrían estar eternamente así, asomados en el balcón y admirando la naturaleza que en su tierra no tenían. Entre ellos habían muchas preguntas que hacer, demasiadas respuestas que dar y planear un futuro en conjunto, después de todo no podían desaparecer el día de su boda y dejar todo tal cual. Eran conscientes que cuando regresaran deberían dar muchas explicaciones y sobre todo responder como cabeza de familia, aunque en ese momento, con el otro a su lado simplemente deseaban disfrutar de ese momento de tregua. Tenían dos semanas para disfrutar del uno del otro y quizás, para conocerse un poquito mejor. O al menos eso quería creer ella. Quizás esa rápida decisión que había tomado Itachi le servirían a los dos para poder tomar la siguiente decisión mejor, después de todo, por mucho que se hubieran marchado el matrimonio se debería hacer, tanto civil como religioso. No había marcha atrás y los dos lo sabían.
Esa semana Hinata descubrió una nueva faceta de Itachi. Una que pensó que había olvidado. De pequeño él solía coger una guitarra y cantar en la calle, dejar que la gente le diera dinero y deleitar a los más pobres con su música y con lo recaudado en otro lugar donáserlo a estos. Era algo tan desinteresado y bonito que en cierto modo, con su inocencia infantil le enamoró. Él era pura bondad teñida de gris. Muchas veces se encontraba mirándolo, buscando en su rostro cansado, que fue lo que hizo decantarse por su hermano. A esas alturas de la vida, la presencia de Sasuke era casi un fantasma molesto. Sabía que debía dejar marchar al hermano, cerrar ese capítulo, pero antes necesitaba encontrar algo de fuerza en Itachi. Encontrar algo por lo que enamorarse y aunque le costara admitirlo, aquel ser de alas negras tenía una preciosa alma. No era materialista, no esperaba nada de nadie y si lo hacía, no era para beneficiarse sino para los demás. Por eso supo que cogerla de la mano y sacarla de la boda no lo había hecho por él, sino por ella y eso la hacía condenadamente infeliz. Deseaba que al menos una vez él hiciera algo por si mismo, por eso, aún cuando sus alarmas le decían lo contrario le forzó...
- ¿Qué quieres de mi?- le preguntó al llegar de una excursión.
- ¿Perdón?- le mira desconcertado mientras se quita los zapatos.
Todo lo que haces es por mi, para que yo sea feliz...- murmura acercándose a su lado.- Y jamás haces nada por ti mismo. ¿Qué es lo que quieres?¿Qué puedo hacer por ti?
Él gruño de forma animal, alejándose de ella y de sus labios rosas, su pechos generosos y ese aroma a vainilla. Cerró la mandíbula con fuerza y se centró en ordenar los zapatos y la ropa que se iba a poner después de ducharse. Si, porque con aquel acercamiento sentía que los pantalones se le iban a romper. Ella a su vez miraba la gran espalda de Itachi, como esos vaqueros se le ajustaban al abombado trasero y como su oscuro cabello negro caía libre sobre sus hombros. Por primera vez en meses sintió el deseo. Un calor creciente que comenzaba a invadir todo rincón de su cuerpo. Impulsada por la necesidad se levantó, caminó hasta él y le abrazó por la espalda. Hundió la cabeza entre sus homoplatos y apretó fuerte sus brazos. No quería que huyera. Nunca junto a Sasuke se había sentido tan activa sexualmente y eso que él era un gran amante, pero jamás sintió a necesidad de cortejarle, mostrar sus encantos. Era como un caparazón que tan sólo recibía, jamás quiso que él disfrutara, pero con Itachi todo era diferente.
Dejó que sus manos viajaran por su pecho y escuchó un gruñido cuando toco el principio de sus vaqueros. Notó como su respiración se aceleraba y como el calor de su cuerpo le quemaba. Quiso alejarse al notar las manos de él sobre las suyas, como sus dedos se entrelazaban y tiraban de ella para dejarla contra a la pared, a escasos centímetros de su boca. Le miró a esos ojos oscuros, hambrientos y que la miraban como si fuera una presa demasiado fácil o incluso, demasiado buena. Aguantó un par de segundos antes de acercarse a sus labios y morderle el inferior, el gimió con voz ronca antes de adelantar una rodilla y separarle las piernas para poder rozar con su muslo la vagina de Hinata. Ella gimió pero dejó que él la besara usando su lengua y frotando su ingle con delicadeza, calentándola y arrancándole pequeños jadeos de placer.
En menos de lo esperado los dos se estaban acariciando con ansia, arrancándose la ropa e investigando con sus lenguas cada pequeño rincón del cuerpo del otro. Hinata se maravilló al notar la piel suave de él, al pasar los dedos por el pecho fuerte y masculino y gemir de felicidad al notar su pene, erecto y duro para ella. Nunca le había hecho una felación a Sasuke, pero al ver a ese miembro, hinchado por ella no pudo contenerse y lo lamió, lo saboreo y acarició como si fuera un regalo caído de los cielos. Él explotó dentro de su boca, pero no terminó ya que aguantó para recostara el la cama y penetrarla, la excito con estocadas concisas y cuando ella estuvo apunto se dejó llevar, juntos en un orgasmo que barró todo lo que pudiera haber en sus cabezas en esos momentos.
La mano de Itachi era grande, cálida y trazaba pequeños círculos en su espalda, aún notaba su piel ardiente y sudorosa, su corazón latía deprisa pero sus movimientos eran tan tranquilos que la acunaban, cuando quiso darse cuenta ya caía en un pesado sueño. Sabía que al día siguiente, cuando abriera a los ojos se tendría que enfrentar a algo un poco más complicado que los días anteriores, después de todo cuando el sexo se metía en la ecuación todo se complicaba aún más.
Capítulo cuatro |
Capítulo seis |
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