¡Escógeme!: Ocho
Ocho:
Lo que se suponía que debía ser una noche con su familia, terminó siendo una semana. Cuando ambos volvieron a su casa, sentía que tenían un enorme peso en la espalda y un agudo dolor en el corazón. Todo lo que habían estado hablando, planeando y soñando en cuestión de segundos se caía como si fuera una montaña de naipes. En más de una ocasión podían haberse negado, pero de sus bocas no salió nada, además, en cierto modo sabían que sus padres jamás se tragarían que en un par de semanas sus sentimientos hubieran cambiado. Eso era algo que ni ellos mismos se creían, pero era verdad. Para Hinata, Itachi se había vuelto su luz. Con la muerte de Sasuke todo se había vuelto oscuro, parecía que jamás volvería a salir del túnel que se había convertido su vida, hasta que apareció él, con su voz ronca, entonando una canción melancólica mientras razgaba con pereza las cuerdas de su guitarra. Y para Itachi, Hinata siempre había sido su todo. Desde el primer instante que la vio supo que su vida iba a cambiar, todo le dejó de importar. Su apellido, si situación, incluso su propia vida. Él quería ser el todo de ella, necesitaba serlo. Y cuando parecía que el cosmo se ponía de su parte para que su sueño se volviera realidad... sus padres decidían pensar con coherencia. Su montaña de ilusiones se estaba cayendo delante de sus ojos y sabían que mucha cosa no podía hacer... ¿como demostrar que se querían?
El apartamento de Itachi estaba a oscuras, todas las ventanas estaban abiertas y una brisa gélida envolvía todo. A pesar de que ambos estaban abrazados, envueltos en una sábana seguía sintiendo frío, pero ninguno quería separarse del otro. Sentía que si lo hacía jamás volverían a compartir un momento así. No estaban seguros cuando sus padres decidirían que Hinata debía volver a la casa familiar, y tampoco cuando Itachi podría volver a su vida de marginado de la familia. Era cuestión de días o incluso de horas. En cualquier momento el teléfono podría sonar y decirles que les estaban esperando abajo. Por eso, y en contra de toda lógica posible habían desconectado el teléfono, apagado los móviles y desenchufado el intercomunicador. Todas las luces de la casa estaban apagadas, demostrando así que nadie estaba. Posiblemente sus padres fueran inteligente y sabrían que estaban ahí, pero tampoco montarían un escándalo para sacarlos de la casa. Un Hyuga y un Uchiha jamás llamarían la atención si no era sumamente necesario, por eso, sabían que al menos tendrían unos cuantos días para pensar en que hacer, después de todo, la idea de no estar juntos les provocaba un dolor tan fuerte en el pecho que se sentían morir. Sabían que era algo extraño, que no tenía lógica pero... ¿cuando el amor tenía lógica?
Así encerrados estuvieron tres días. El tiempo necesario para formar un plan que no podía salir mal. O al menos eso creían ellos. Debían demostrarle a sus padres que estaban enamorados, que se querían y que esa boda se debía hacer. Para comenzar esa misión decidieron comenzar de cero. Vender absolutamente todo aquello que les relacionaba con el pasado. Itachi puso en alquiler su apartamento de soltero, mientras Hinata cogió una caja y guardó todas las pertenencias de Sasuke. Mentiría si dijera que no le dolió, pero mientras escondía la bufanda o alguna que otra foto, comprendió casi con culpa que su amor por él fue algo obligado. Desde pequeña sabía que debía casarse con un Uchiha, había crecido prácticamente con ellos dos, pero una parte asustadiza de su parte le había dicho que con el menor, estaría mejor. Después de todo compartían edad, gustos y en cierto modo no habría forma que uno se cansara del otro, pero la realidad había sido muy diferente. Era verdad que con Sasuke se lo pasaba genial, lo amaba con todo su corazón, pero cuando se quedaban en casa, solos, parecía como si él se encerrara en una pequeña caja, se desconectara de ella y la dejara en un rincón. Al principio de la relación eso no pasaba, pero con el tiempo aquella escena se iba repitiendo una detrás de otra, muchas veces terminó discutiendo con él pero sabía que echarse para atrás en ese momento era imposible. En esos días, a veces, se imaginaba como hubiera sido su vida con el mayor. Con aquel hombre de mirada felina, sonrisa pícara y experiencia en campos que ella jamás había explorado. Y así había sido. Itachi era un amante perfecto, con sus manos recorría cada rincón de su cuerpo, apretaba las teclas que le hacían estallar en miles de pedazos y con sus ardientes besos iban reconstruyendo cada pequeña parte de su alma. No solo era eso, era un gran conversador, inteligente, imaginativo, dulce y despierto. Cuando cogía su guitarra se convertía en un cantante, cuando cogía una sartén en un cocinero... y cuando la cogía a ella entre sus brazos, simplemente era él. No había otro hombre en el planeta que la hiciera sentir cómoda, feliz. Como en su casa, y ahora que al fin lo había conseguido se lo querían quitar.
- ¿Cuál te gusta?- dijo él despertándola de su ensoñación. En la mesa había una revista con varios pisos por alquilar.
- Cualquiera esta bien, piensa que tan sólo tenemos el dinero nuestro...- le recordó.
- Y tú debes recordar que durante años yo he estado viviendo por mi cuenta.- le guiñó el ojo con picardía.- Tengo dinero de sobra para contentar a mi princesa.
Después de pasarse unos minutos ojeando las revistas decidieron una alejada del centro. Era un complejo de apartamentos, lejos de la muchedumbre, lejos de las grandes empresas y que sólo iban a vivir ahí gente de vacaciones. El precio era elevado, pero el propietario al saber quienes eran decidió hacerles una pequeña rebaja. Pronto comenzaron con la mudanza. Ordenaron todo con objetos nuevos, hicieron una limpieza de su armario, de su alma e incluso de sus pensamientos. Comenzaron de cero. Incluso decidieron trabajar, algo que hasta hacía un par de meses no pasaba por la cabeza de Hinata. Ella desde siempre había aceptado que dirigiría la empresa familiar, por lo que el hecho de hacer un curriculum o buscar un empleo era como una leyenda mágica, pero claro, al ser quien era pronto consiguió trabajo. Al igual que Itachi, aunque él como ya tenía experiencia y maña no le costó tanto.
En poco tiempo ambos estaban viviendo su vida, como una pareja de recién casados, huyendo de su familia, demostrando que se querían, al menos a ojos ajenos a todo el complot familiar. Nadie podría decir que no se amaban, puesto en su rostro se veía la felicidad, la dicha... aunque ambos sabían que eso no duraría siempre.
Estaban en el salón de su apartamento, fuertemente abrazados, tapados con una sábana mirando la televisión, cuando un anuncio de última hora les hizo helar el corazón... algo que por su culpa había pasado y que tenían que resolver.
A veces no se podía huir de la realidad y mucho menos de la familia.
Lo que se suponía que debía ser una noche con su familia, terminó siendo una semana. Cuando ambos volvieron a su casa, sentía que tenían un enorme peso en la espalda y un agudo dolor en el corazón. Todo lo que habían estado hablando, planeando y soñando en cuestión de segundos se caía como si fuera una montaña de naipes. En más de una ocasión podían haberse negado, pero de sus bocas no salió nada, además, en cierto modo sabían que sus padres jamás se tragarían que en un par de semanas sus sentimientos hubieran cambiado. Eso era algo que ni ellos mismos se creían, pero era verdad. Para Hinata, Itachi se había vuelto su luz. Con la muerte de Sasuke todo se había vuelto oscuro, parecía que jamás volvería a salir del túnel que se había convertido su vida, hasta que apareció él, con su voz ronca, entonando una canción melancólica mientras razgaba con pereza las cuerdas de su guitarra. Y para Itachi, Hinata siempre había sido su todo. Desde el primer instante que la vio supo que su vida iba a cambiar, todo le dejó de importar. Su apellido, si situación, incluso su propia vida. Él quería ser el todo de ella, necesitaba serlo. Y cuando parecía que el cosmo se ponía de su parte para que su sueño se volviera realidad... sus padres decidían pensar con coherencia. Su montaña de ilusiones se estaba cayendo delante de sus ojos y sabían que mucha cosa no podía hacer... ¿como demostrar que se querían?
El apartamento de Itachi estaba a oscuras, todas las ventanas estaban abiertas y una brisa gélida envolvía todo. A pesar de que ambos estaban abrazados, envueltos en una sábana seguía sintiendo frío, pero ninguno quería separarse del otro. Sentía que si lo hacía jamás volverían a compartir un momento así. No estaban seguros cuando sus padres decidirían que Hinata debía volver a la casa familiar, y tampoco cuando Itachi podría volver a su vida de marginado de la familia. Era cuestión de días o incluso de horas. En cualquier momento el teléfono podría sonar y decirles que les estaban esperando abajo. Por eso, y en contra de toda lógica posible habían desconectado el teléfono, apagado los móviles y desenchufado el intercomunicador. Todas las luces de la casa estaban apagadas, demostrando así que nadie estaba. Posiblemente sus padres fueran inteligente y sabrían que estaban ahí, pero tampoco montarían un escándalo para sacarlos de la casa. Un Hyuga y un Uchiha jamás llamarían la atención si no era sumamente necesario, por eso, sabían que al menos tendrían unos cuantos días para pensar en que hacer, después de todo, la idea de no estar juntos les provocaba un dolor tan fuerte en el pecho que se sentían morir. Sabían que era algo extraño, que no tenía lógica pero... ¿cuando el amor tenía lógica?
Así encerrados estuvieron tres días. El tiempo necesario para formar un plan que no podía salir mal. O al menos eso creían ellos. Debían demostrarle a sus padres que estaban enamorados, que se querían y que esa boda se debía hacer. Para comenzar esa misión decidieron comenzar de cero. Vender absolutamente todo aquello que les relacionaba con el pasado. Itachi puso en alquiler su apartamento de soltero, mientras Hinata cogió una caja y guardó todas las pertenencias de Sasuke. Mentiría si dijera que no le dolió, pero mientras escondía la bufanda o alguna que otra foto, comprendió casi con culpa que su amor por él fue algo obligado. Desde pequeña sabía que debía casarse con un Uchiha, había crecido prácticamente con ellos dos, pero una parte asustadiza de su parte le había dicho que con el menor, estaría mejor. Después de todo compartían edad, gustos y en cierto modo no habría forma que uno se cansara del otro, pero la realidad había sido muy diferente. Era verdad que con Sasuke se lo pasaba genial, lo amaba con todo su corazón, pero cuando se quedaban en casa, solos, parecía como si él se encerrara en una pequeña caja, se desconectara de ella y la dejara en un rincón. Al principio de la relación eso no pasaba, pero con el tiempo aquella escena se iba repitiendo una detrás de otra, muchas veces terminó discutiendo con él pero sabía que echarse para atrás en ese momento era imposible. En esos días, a veces, se imaginaba como hubiera sido su vida con el mayor. Con aquel hombre de mirada felina, sonrisa pícara y experiencia en campos que ella jamás había explorado. Y así había sido. Itachi era un amante perfecto, con sus manos recorría cada rincón de su cuerpo, apretaba las teclas que le hacían estallar en miles de pedazos y con sus ardientes besos iban reconstruyendo cada pequeña parte de su alma. No solo era eso, era un gran conversador, inteligente, imaginativo, dulce y despierto. Cuando cogía su guitarra se convertía en un cantante, cuando cogía una sartén en un cocinero... y cuando la cogía a ella entre sus brazos, simplemente era él. No había otro hombre en el planeta que la hiciera sentir cómoda, feliz. Como en su casa, y ahora que al fin lo había conseguido se lo querían quitar.
- ¿Cuál te gusta?- dijo él despertándola de su ensoñación. En la mesa había una revista con varios pisos por alquilar.
- Cualquiera esta bien, piensa que tan sólo tenemos el dinero nuestro...- le recordó.
- Y tú debes recordar que durante años yo he estado viviendo por mi cuenta.- le guiñó el ojo con picardía.- Tengo dinero de sobra para contentar a mi princesa.
Después de pasarse unos minutos ojeando las revistas decidieron una alejada del centro. Era un complejo de apartamentos, lejos de la muchedumbre, lejos de las grandes empresas y que sólo iban a vivir ahí gente de vacaciones. El precio era elevado, pero el propietario al saber quienes eran decidió hacerles una pequeña rebaja. Pronto comenzaron con la mudanza. Ordenaron todo con objetos nuevos, hicieron una limpieza de su armario, de su alma e incluso de sus pensamientos. Comenzaron de cero. Incluso decidieron trabajar, algo que hasta hacía un par de meses no pasaba por la cabeza de Hinata. Ella desde siempre había aceptado que dirigiría la empresa familiar, por lo que el hecho de hacer un curriculum o buscar un empleo era como una leyenda mágica, pero claro, al ser quien era pronto consiguió trabajo. Al igual que Itachi, aunque él como ya tenía experiencia y maña no le costó tanto.
En poco tiempo ambos estaban viviendo su vida, como una pareja de recién casados, huyendo de su familia, demostrando que se querían, al menos a ojos ajenos a todo el complot familiar. Nadie podría decir que no se amaban, puesto en su rostro se veía la felicidad, la dicha... aunque ambos sabían que eso no duraría siempre.
Estaban en el salón de su apartamento, fuertemente abrazados, tapados con una sábana mirando la televisión, cuando un anuncio de última hora les hizo helar el corazón... algo que por su culpa había pasado y que tenían que resolver.
A veces no se podía huir de la realidad y mucho menos de la familia.
Capítulo nueve |
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