¡Escógeme!: Siete
Siete:
Ninguno de los dos decía nada, tan sólo se sujetaban las manos mientras veían como el avión se iba elevando poco a poco del suelo. Su viaje había terminado antes de tiempo y no podían hacer nada para evitarlo. No después de esa llamada...
Aún tengo el teléfono en la mano a pesar de que mi padre hace unos minutos que colgó. No sé como explicar lo que me ha dicho sin sentir que me voy a derrumbar. No quiero que me tiemble la voz y mucho menos necesito que mi princesa vea en el estado que esa noticia me deja.
Dejo el auricular en la mesa, camino arrastrando los pies hasta volver a meterme en la bañera con ella. Antes de que diga nada la beso, hundo mi lengua en su boca y pego cada centímetro de mi cuerpo al suyo. Ella gime, jadea pero no me rechaza. Quizás mañana tenga tiempo de explicarle las cosas... quizás mañana.
A pesar de que los besos de él son increíblemente ardientes noto algo distinto, noto angustia y una increíble necesidad. Intento no sonreír al comprobar lo muy feliz que me hace que él tenga ese sentimiento hacia mi. Estos días he aprendido cosas del quien será mi futuro marido y cada vez me doy cuenta del horrible error que cometí al no haberlo elegido a él. Quizás es un pensamiento egoísta o tonto a éstas alturas, pero entre sus brazos y sorbiendo cada gramo de su ser, me doy cuenta de que le pertenezco. Soy suya. Tengo que estar a su lado, sea lo que sea que nos depare el futuro. Incluso esa misteriosa llamada que se niega a contarme.
- Tenemos que hablar. - logro decir después de hacerle el amor con todas las fuerzas de mi alma.
- Lo sé.- dice ella sonriendo.
- Tenemos que volver.
El vuelo de regreso fue un suspiro comparado con el de ida. Ninguno había logrado pegar ojo, cada uno estaba metido en sus pensamientos, aún con las manos sujetas y mirando a la nada. Aunque tenían ganas de hablar, de comentarse las inquietudes sabían que ninguna de las palabras que el otro pudiera decirle les iba a consolar. Esa llamada del día anterior había cambiado por completo su vida, incluso sus planes de futuro. Durante ese viaje habían decidido hacer las cosas con calma, conocerse, disfrutar de la presencia del otro y si fuera necesario aplazar el compromiso hasta que estuvieran completamente enamorados, porque eso era una realidad. El amor iba a aparecer. Al menos por esos momentos sus cuerpos se amaban con locura y se exigían a cada minuto.
Se sujetaron las manos con fuerzas cuando las ruedas del avión tocaron suelo y no se separaron hasta que tuvieron que bajar por las angostas escaleras que daban al aeropuerto.
La casa familiar estaba en un completo silencio. Nadie parecía dispuesto a dirigirles la palabra cuando los vieron entrar, con la piel algo más morena, una sonrisa oculta por un semblante serio y con las manos cogidas, como si fueran una sola persona. Podían jurar que oían murmullos de desagrado ante tal afecto de cariño. Ellos no quisieron darle importancia, puesto que las muestras de cariño en aquellas dos familias eran casi como si hicieran el amor en plena calle.
Se mantuvieron juntos, con las manos unidas y caminando callados hasta llegar a la sala de reuniones, en ésta tan sólo estaban sus respectivos padres con una expresión desolada. Aunque se hacían una idea de lo que les querían decir, en ningún momento del trayecto hasta ahí, pensaron que sería justamente eso. No después de todo lo que habían estado haciendo. No a esas alturas de su drama.
-No hace falta que os caséis.- dijo el padre de Itachi.
- Hemos estado pensando que no fuimos justos con ustedes. - al ver la expresión confusa de los interpelados se aclaró la garganta y les miró.- Sabemos todo el esfuerzo que estáis haciendo para enamoraros y eso no es justo...- murmuró el padre de Hinata mirándola a ella y cogiéndole de la mano.- Niña, hemos... no, no. He sido injusto contigo.- le apretó la mano con cuidado y cariño.- no he valorado tus sentimientos. ¿Como puedo obligarte a casarte con el hermano?
Fueron vagamente conscientes de que sus progenitores comenzaron una charla emotiva, disculpándose una y otra vez y deseando que alguna vez les perdonaran, pero en ese momento, estaban muy lejos de ahí. Incluso ellos mismos habían dejado de sujetarse la mano, su conexión mágica durante esos días había terminado. Era como si hubieran estado vagando en una burbuja de jabón y de golpe ésta se explotara trayéndoles de golpe a la realidad. Y por mucho que les jodiera admitirlo, esa era su realidad. Una realidad donde Itachi era el hermano mayor de Sasuke, quien recientemente había muerto dejando a una Hinata desolada y apunto de una boda de ensueño. Esa era la realidad.
La reunión terminó pero ninguno tuvo tiempo de volver hablar. Tanto el padre de Itachi como el de Hinata les pidieron que pasaran la noche con ellos, así pudieran fortalecer los lazos familiares y volver a aquellos tiempos donde las malas decisiones no habían sido tomadas. A pesar que los dos querían alejarse de todos, no pudieron reprochar nada. A decir verdad nunca habían podido negarse a nada con su familia, pero algo les decía que esa situación de sumisión no podría seguir eternamente, no cuando parte de su corazón estaba en juego, por que si... sólo había pasado un mes desde que comenzó aquel lio, pero esas cuatro semanas lo habían cambiado todo. Absolutamente todo, incluso su corazón.
Ninguno de los dos decía nada, tan sólo se sujetaban las manos mientras veían como el avión se iba elevando poco a poco del suelo. Su viaje había terminado antes de tiempo y no podían hacer nada para evitarlo. No después de esa llamada...
Aún tengo el teléfono en la mano a pesar de que mi padre hace unos minutos que colgó. No sé como explicar lo que me ha dicho sin sentir que me voy a derrumbar. No quiero que me tiemble la voz y mucho menos necesito que mi princesa vea en el estado que esa noticia me deja.
Dejo el auricular en la mesa, camino arrastrando los pies hasta volver a meterme en la bañera con ella. Antes de que diga nada la beso, hundo mi lengua en su boca y pego cada centímetro de mi cuerpo al suyo. Ella gime, jadea pero no me rechaza. Quizás mañana tenga tiempo de explicarle las cosas... quizás mañana.
A pesar de que los besos de él son increíblemente ardientes noto algo distinto, noto angustia y una increíble necesidad. Intento no sonreír al comprobar lo muy feliz que me hace que él tenga ese sentimiento hacia mi. Estos días he aprendido cosas del quien será mi futuro marido y cada vez me doy cuenta del horrible error que cometí al no haberlo elegido a él. Quizás es un pensamiento egoísta o tonto a éstas alturas, pero entre sus brazos y sorbiendo cada gramo de su ser, me doy cuenta de que le pertenezco. Soy suya. Tengo que estar a su lado, sea lo que sea que nos depare el futuro. Incluso esa misteriosa llamada que se niega a contarme.
- Tenemos que hablar. - logro decir después de hacerle el amor con todas las fuerzas de mi alma.
- Lo sé.- dice ella sonriendo.
- Tenemos que volver.
El vuelo de regreso fue un suspiro comparado con el de ida. Ninguno había logrado pegar ojo, cada uno estaba metido en sus pensamientos, aún con las manos sujetas y mirando a la nada. Aunque tenían ganas de hablar, de comentarse las inquietudes sabían que ninguna de las palabras que el otro pudiera decirle les iba a consolar. Esa llamada del día anterior había cambiado por completo su vida, incluso sus planes de futuro. Durante ese viaje habían decidido hacer las cosas con calma, conocerse, disfrutar de la presencia del otro y si fuera necesario aplazar el compromiso hasta que estuvieran completamente enamorados, porque eso era una realidad. El amor iba a aparecer. Al menos por esos momentos sus cuerpos se amaban con locura y se exigían a cada minuto.
Se sujetaron las manos con fuerzas cuando las ruedas del avión tocaron suelo y no se separaron hasta que tuvieron que bajar por las angostas escaleras que daban al aeropuerto.
La casa familiar estaba en un completo silencio. Nadie parecía dispuesto a dirigirles la palabra cuando los vieron entrar, con la piel algo más morena, una sonrisa oculta por un semblante serio y con las manos cogidas, como si fueran una sola persona. Podían jurar que oían murmullos de desagrado ante tal afecto de cariño. Ellos no quisieron darle importancia, puesto que las muestras de cariño en aquellas dos familias eran casi como si hicieran el amor en plena calle.
Se mantuvieron juntos, con las manos unidas y caminando callados hasta llegar a la sala de reuniones, en ésta tan sólo estaban sus respectivos padres con una expresión desolada. Aunque se hacían una idea de lo que les querían decir, en ningún momento del trayecto hasta ahí, pensaron que sería justamente eso. No después de todo lo que habían estado haciendo. No a esas alturas de su drama.
-No hace falta que os caséis.- dijo el padre de Itachi.
- Hemos estado pensando que no fuimos justos con ustedes. - al ver la expresión confusa de los interpelados se aclaró la garganta y les miró.- Sabemos todo el esfuerzo que estáis haciendo para enamoraros y eso no es justo...- murmuró el padre de Hinata mirándola a ella y cogiéndole de la mano.- Niña, hemos... no, no. He sido injusto contigo.- le apretó la mano con cuidado y cariño.- no he valorado tus sentimientos. ¿Como puedo obligarte a casarte con el hermano?
Fueron vagamente conscientes de que sus progenitores comenzaron una charla emotiva, disculpándose una y otra vez y deseando que alguna vez les perdonaran, pero en ese momento, estaban muy lejos de ahí. Incluso ellos mismos habían dejado de sujetarse la mano, su conexión mágica durante esos días había terminado. Era como si hubieran estado vagando en una burbuja de jabón y de golpe ésta se explotara trayéndoles de golpe a la realidad. Y por mucho que les jodiera admitirlo, esa era su realidad. Una realidad donde Itachi era el hermano mayor de Sasuke, quien recientemente había muerto dejando a una Hinata desolada y apunto de una boda de ensueño. Esa era la realidad.
La reunión terminó pero ninguno tuvo tiempo de volver hablar. Tanto el padre de Itachi como el de Hinata les pidieron que pasaran la noche con ellos, así pudieran fortalecer los lazos familiares y volver a aquellos tiempos donde las malas decisiones no habían sido tomadas. A pesar que los dos querían alejarse de todos, no pudieron reprochar nada. A decir verdad nunca habían podido negarse a nada con su familia, pero algo les decía que esa situación de sumisión no podría seguir eternamente, no cuando parte de su corazón estaba en juego, por que si... sólo había pasado un mes desde que comenzó aquel lio, pero esas cuatro semanas lo habían cambiado todo. Absolutamente todo, incluso su corazón.
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Capítulo seis |
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