Cartas de Amor

Soy una romántica. O al menos eso pensaba hasta hace unos cuantos días. Resulta que me apunté a un concurso literario, y éste trata de escribir una carta de amor. Genial, ¿no? Pues no. En absoluto. Ha sido todo un calvario... principalmente porque me encuentro en un momento de mi vida que el amor me huye. El amor romántico, señora. El romántico. Los otros amores, los tengo a buen recaudo y poco dispuesta a dejarlos marchar. Pues eso, que no estoy enamorada y no me gusta nadie, por lo que las olas de cursilería y palabras bonitas no me venían a la cabeza... Escribí tres cartas románticas. Si. Tres. Ni una, ni dos... sino TRES. ¿Te imaginas lo frustrante que ha sido para mi? ¡Soy escritora! No puedo no escribir algo cursi, lleno de unicornios y ositos que dan abrazo. ¡NO PUEDO! Y me piqué muchisimo... tengo mucha imaginación, muchos sentimientos escondidos... ¿como puede ser posible que no escribiera nada bonito?
No lo sé, así que ayer dispuesta a renunciar al amor de algodón de azúcar me senté y me dejé llevar. Sí, y no sé como pero ocurrió. ¡El milagro! (aplausos). El lunes sin faltar, enviaré mi edulcorada carta de amor... y más adelanté la pondré por aquí.

Para irte llenando de amor azucarado, pondré la primera carta y ya me dirás si moriste de una diabetes fulminante. O no.





A ti:
Te conocí con la nariz roja. Era un día frío y hacía viento. No había gente en la calle, y el paseo estaba tranquilo. Tan sólo se oía el murmullo de la brisa golpear con las ramas de los árboles. Y ahí estabas tú, contemplando con aire ausente la caída de las hojas, con tus mejillas sonrosadas y distraídamente moviendo las manos dentro de los enormes bolsillos de tu chaqueta.
No era un paisaje interesante, puesto que lucías una ropa poco a la moda y tus cabellos se movían con desorden con el viento. No hacías nada más que observar, buscando entre aquel solitario paisaje algo que aún intento comprender.

Te conocí ahí, y así me enamoré.
No alardeas de belleza, pero cada músculo de tu pequeño cuerpo demuestra una gran firmeza y confianza. Fue de esa mujer distraída y descuidada de la que me enamoré aquel día de invierno.
No había nada y nadie capaz de superar lo que ocurría delante de mis ojos. Ni la nieve más pura y la niebla más intensa hubiera podido apartar mis ojos de tu silueta.

Fue un día de invierno cuando me declaré.
Tenías las manos frías, la nariz roja y las mejillas tiernamente encendidas. Ocultabas tu cara alrededor de una bufanda vieja que te regalé. A pesar de que quería comprarte una nueva, tú seguías disfrutando de lo viejo y cómodo. Siempre has sido así, sorprendiéndome a cada segundo que va pasando y enamorándome a cada paso que das.
Incluso tus pequeños defectos, muestran tu fuerte y distinguido carácter, y esa forma de ocultar tus manos frías antes de tocarme. Esa sonrisa pícara que se te dibuja en los labios cuando vas a hacer algo que sabes que detesto.
Todo eso y más eres tú.

La noche más oscura y más larga fue la más feliz de mi vida.
Esa noche que con lágrimas en los ojos dijiste “Sí” y me diste el privilegio de pasar tu vida conmigo. Fue tu ternura al decir mi nombre entre la gente y elegirme ante los demás.
Fuiste tú con tu nariz roja y tu andar distraído.

Fue el año más largo y feliz contigo, pero ¿Quién lo diría? Que aquello que más amo de ti, iba a ser lo que me alejaría de tu lado.
Fue tu nariz roja y tus manos frías en pleno agosto que me alertó de que algo no marchaba bien.
Fue tu sonrisa y tu tranquilidad que me tranquilizó cuando me dijiste adiós.
Fue tu vida la que se acabó aquel día de verano.
Pero fue tu sonrisa y tu alegría que aún siguen aquí.
Fuiste tú, toda tú la que me permitió estar contigo hasta el final de tu vida.

Pero fuiste tú, con tu nariz roja y manos frías la que me dejó ser marido, padre y ahora abuelo.
Fuiste tú, la mujer que amo.

Solo tú. 

Comentarios

  1. ¡Hola! La verdad, me ha encantado la carta <3 aunque el final es bastante trágico, ha sido preciosa :D estaré esperando a leer las siguientes, que seguro, serán interesantes.

    ¡Cuidate!

    Bye!

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