Carta de amor II
A
ti:
Te
conocí con la nariz roja. Estabas observando la caída de los
árboles de forma distraída, mientras tus dedos tocaban una
silenciosa melodía sobre tu vieja chaqueta. Tenías los labios
ocultos tras una bufanda peluda, pero en tus ojos pude ver una
misteriosa felicidad.
Hacía
bastante frío, pero tus dedos se movían con tanta agilidad que
pensé que para ti el viento o la lluvia eran indiferentes. Hasta que
estornudaste. Llevaste una pálida mano al bolsillo, sacaste un
arrugado pañuelo para sacudirte la nariz. Todo ello con tal
naturalidad que no pude apartar los ojos. No mostraste vergüenza al
estar enferma ni débil. Tan sólo estornudaste y seguiste
tamborileando tranquilamente en tu chaqueta.
Tu
extraña naturaleza, y esa curiosa nariz roja me hicieron querer
saber de ti.
¿Qué
música escuchaban tus oídos y trasmitían tus dedos?
¿Qué
belleza desconocida veías en las hojas caer?
Por
eso y sintiéndome un acosador, te seguí.
Al
igual que tus dedos, tus pasos seguían un ritmo especial. Tus
piernas largas y caderas generosas se movían al son de un compás
imaginario, que sin saber por qué, terminé siguiendo.
Esa
tarde fría, compartí contigo un mágico paseo. Siguiendo la melodía
imaginaria que me mostraban tus andares, observando con tus ojos
aquellas calles solitarias y ante todo, conociendo a través de tu
esencia, el lugar que me vio nacer.
Te
conocí con la nariz roja, pero tú no lo sabías.
Apenas
sabes de mí, por eso, ahora te invito a ti y a tu misteriosa
naturaleza a dar un paseo.
A
formar juntos nuevas melodías para que tus dedos lo puedan
tamborilear, y tu mirada, tan perdida como siempre pueden mostrarme
lo maravilloso de aquello que yo no logro ver.
¡Hola! La carta me ha gustado, aunque sinceramente, creo que la que posteaste en la entrada anterior tenía una magia muy particular que ésta no. Aun así, me ha gustado, aunque sigue siendo mi favorita la anterior.
ResponderEliminar¡Nos vemos!