Dos Escorpios para un Capricornio
Túturu~
Tengo una lista bastante larga de historias por escribir, y el otro día le pedí a mi marinovio que me eligiera un título y el señor eligió éste.
Realmente no sabía qué hacer, tenía una mera idea de lo que podía pasar pero tampoco era lo suficientemente largo para crear una serie por capítulos... así que terminé con una historia corta.
No soy muy creyente de los horóscopos, me hacen bastante gracia y creo que a veces lo aciertan, otras no tanto. Yo soy capricornio y la mayoría de veces dicen que somos fríos, distantes y que no mostramos nuestras emociones y... yo soy todo lo contrario, pero bueno... hay una excepción que confirma la regla ¿no?
Sin más prólogos... ¡te dejo con la lectura!
Dos Escorpios para un Capricornio
El reloj sonó por toda la habitación despertándolos. Ella se removió molesta entre las sábanas mientras que él, estiraba la mano aún dormido para apagar el ruidoso sonido. Durante un par de minutos ambos se quedaron aún en la cama, escuchando el eco del despertador antes de levantarse e iniciar un nuevo día.
Él fue el primero en abandonar la cama, se escondió en el baño mientras ella intentaba alargar más los minutos en la calidez de la cama. Al abrir los ojos encontró aún en la mesa de noche una pequeña caja de joyería. Ésta se alzaba orgullosa, cara y recordándole lo ocurrido horas atrás. Frunciendo el ceño y sintiendo un golpe de realidad se levantó y miró aquel objeto como si fuera el mismo diablo. Lo sujetó entre sus manos y lo abrió para enfrentarse a la peor y mejor decisión de su vida.
- Adiós.- se despidió él entrando rápidamente besándole en los labios y dejándola sola, aún sentada en la cama y con la cajita entre las manos.
No le dio tiempo a despedirse, tampoco a contestarle a la pregunta silenciosa que implicaba aquella cajita. La dejó sobre el colchón y marchó al baño para prepararse y también abandonar la casa un día más.
Mientras se duchaba pensó en la maravillosa cena de la noche, en como la luna flotaba orgullosa, como el aire fresco removía su cabello y como él le explicaba su día en el trabajo. Amaba esos momentos, no necesitaba más que tenerlo a él y su voz torpe e indecisa.
La cajita seguía guardada en su bolso cuando entró en la cafetería y se encontró con su mejor amiga. No quería decirle nada de lo ocurrido la noche anterior, porque sabía exactamente lo que pasaría si así lo hacía, así que fingió que el día anterior pasó con normalidad, aunque ninguna de las dos se lo creía.
- Cleo.- la llamó Sam.- Te pidió matrimonio. ¿A que si?- ante su ruidoso silencio ella sonrió y comenzó a gritar que su amiga se iba a casar.
- ¡Sam! - se quejó ella más roja que su tostada con tomate.- ¡Aún no he decidido nada!
- ¿Qué?¿Cómo que no?¿Eres tonta?¿Te pego?
El resto de la mañana se pasó escuchando comentarios que no quería escuchar, aguantando felicitaciones de personas que no le importaban y sobre todo, aguantando sus propias voces en una continua batalla por quién tenía la razón.
Esa noche al llegar a casa vio que Erza aún no había llegado. Caminó a la cocina y encontró en el calendario que ese día tendría cena con la empresa. Supuso que no volvería hasta entrada la madrugada así que se dignó a hacer aquello que había intentado ignorar durante todo el día.
Se tiró en el sofá con una taza de te al ducharse y ordenar su casa, abrió el bolso y saco la cajita de terciopelo azul. La abrió y un insolente anillo de plata, fino y con una pequeña piedra verde le gritaba que debía contestar cuanto antes. Escuchó en sus oídos la conversación con Sam y Pia de horas atrás y comprendió que debía ser sincera consigo misma…
Durante toda su vida había huido del amor. Si que tuvo relaciones románticas previas, con hombres buenos y amables, otros un tanto desastres pero cada uno de ellos la había amado como nunca. ¿Y ella? Jamás se había entregado a alguien, ni consciente ni inconscientemente. Había algo que la privaba de hacerlo, hasta que llegó Erza… con sus andares despistados, su voz de baritono avergonzado y su gran cuerpo de oso amoroso. No era su prototipo de hombre ideal ni mucho menos, pero la aguantaba algo que los demás no habían tenido el lujo de hacer. Nunca se había abierto cual flor para nadie, pero él con un pico había ido pétalo a pétalo, cavando, picando y sacando la porquería que se había solidificado hasta llegar al centro, al núcleo de su corazón…
- Le quiero.- se dijo por primera vez con lágrimas en los ojos.
Tenía miedo de aceptarlo, de entregarse a alguien sin miramientos, sin pensar en el mañana y sobre todo, sin miedo a ser herida, porque era consciente que siendo como era, lo heriría siempre y cada día, pero él era tonto y se quedaba a su lado, a pesar de sus palabras frías e hirientes. No solía decirlo con maldad, simplemente era así…
- Eres tonta.- le solía decir Sam.
- Si caes, es por algo...- le recordaba Pia cuando ella le comentaba que había vuelto acostarse con Erza.
Cogió el anillo y se lo colocó en el dedo anular, corrió a su habitación y se puso un vestido largo de color verde, se calzó las sandalias y salió del apartamento, antes asegurándose que en el bolso estuvieran las llaves y le móvil.
Al dejar la casa atrás y unas cuantas calles se paró en pensar en qué restaurante estarían, se detuvo un momento y recordó que con sus amigos siempre iban al mismo lugar. Nuevamente con la seguridad que aún tenía comenzó a correr y llegó al supuesto restaurante. Dudo un poco antes de hacer lo siguiente.
Se paró al lado de la puerta, cogió el móvil y le escribió un escueto “Si”, en el whatsapp antes de volver a esconderlo dentro del bolso y esperar a que él contestara si eso hacía. Sabía que solía desconectar del teléfono cuando estaba con amigos, pero tenía un poco de fe que estuviera pendiente del cacharro, al menos esos días…
Para ella pasaron horas y no minutos antes de verlo salir del restaurante, con el traje del trabajo y mirándola con ojos sorprendidos. Ella bajó la cabeza avergonzada y le enseñó la mano con la alianza, él se acercó y le acarició la cabeza aliviado.
- Eres bien terca...- dijo al fin besándola en la coronilla.
- Soy capricornio, te jodes.- contestó en su defensa.
- Y yo escorpio.
Tengo una lista bastante larga de historias por escribir, y el otro día le pedí a mi marinovio que me eligiera un título y el señor eligió éste.
Realmente no sabía qué hacer, tenía una mera idea de lo que podía pasar pero tampoco era lo suficientemente largo para crear una serie por capítulos... así que terminé con una historia corta.
No soy muy creyente de los horóscopos, me hacen bastante gracia y creo que a veces lo aciertan, otras no tanto. Yo soy capricornio y la mayoría de veces dicen que somos fríos, distantes y que no mostramos nuestras emociones y... yo soy todo lo contrario, pero bueno... hay una excepción que confirma la regla ¿no?
Sin más prólogos... ¡te dejo con la lectura!
Dos Escorpios para un Capricornio
El reloj sonó por toda la habitación despertándolos. Ella se removió molesta entre las sábanas mientras que él, estiraba la mano aún dormido para apagar el ruidoso sonido. Durante un par de minutos ambos se quedaron aún en la cama, escuchando el eco del despertador antes de levantarse e iniciar un nuevo día.
Él fue el primero en abandonar la cama, se escondió en el baño mientras ella intentaba alargar más los minutos en la calidez de la cama. Al abrir los ojos encontró aún en la mesa de noche una pequeña caja de joyería. Ésta se alzaba orgullosa, cara y recordándole lo ocurrido horas atrás. Frunciendo el ceño y sintiendo un golpe de realidad se levantó y miró aquel objeto como si fuera el mismo diablo. Lo sujetó entre sus manos y lo abrió para enfrentarse a la peor y mejor decisión de su vida.
- Adiós.- se despidió él entrando rápidamente besándole en los labios y dejándola sola, aún sentada en la cama y con la cajita entre las manos.
No le dio tiempo a despedirse, tampoco a contestarle a la pregunta silenciosa que implicaba aquella cajita. La dejó sobre el colchón y marchó al baño para prepararse y también abandonar la casa un día más.
Mientras se duchaba pensó en la maravillosa cena de la noche, en como la luna flotaba orgullosa, como el aire fresco removía su cabello y como él le explicaba su día en el trabajo. Amaba esos momentos, no necesitaba más que tenerlo a él y su voz torpe e indecisa.
La cajita seguía guardada en su bolso cuando entró en la cafetería y se encontró con su mejor amiga. No quería decirle nada de lo ocurrido la noche anterior, porque sabía exactamente lo que pasaría si así lo hacía, así que fingió que el día anterior pasó con normalidad, aunque ninguna de las dos se lo creía.
- Cleo.- la llamó Sam.- Te pidió matrimonio. ¿A que si?- ante su ruidoso silencio ella sonrió y comenzó a gritar que su amiga se iba a casar.
- ¡Sam! - se quejó ella más roja que su tostada con tomate.- ¡Aún no he decidido nada!
- ¿Qué?¿Cómo que no?¿Eres tonta?¿Te pego?
El resto de la mañana se pasó escuchando comentarios que no quería escuchar, aguantando felicitaciones de personas que no le importaban y sobre todo, aguantando sus propias voces en una continua batalla por quién tenía la razón.
Esa noche al llegar a casa vio que Erza aún no había llegado. Caminó a la cocina y encontró en el calendario que ese día tendría cena con la empresa. Supuso que no volvería hasta entrada la madrugada así que se dignó a hacer aquello que había intentado ignorar durante todo el día.
Se tiró en el sofá con una taza de te al ducharse y ordenar su casa, abrió el bolso y saco la cajita de terciopelo azul. La abrió y un insolente anillo de plata, fino y con una pequeña piedra verde le gritaba que debía contestar cuanto antes. Escuchó en sus oídos la conversación con Sam y Pia de horas atrás y comprendió que debía ser sincera consigo misma…
Durante toda su vida había huido del amor. Si que tuvo relaciones románticas previas, con hombres buenos y amables, otros un tanto desastres pero cada uno de ellos la había amado como nunca. ¿Y ella? Jamás se había entregado a alguien, ni consciente ni inconscientemente. Había algo que la privaba de hacerlo, hasta que llegó Erza… con sus andares despistados, su voz de baritono avergonzado y su gran cuerpo de oso amoroso. No era su prototipo de hombre ideal ni mucho menos, pero la aguantaba algo que los demás no habían tenido el lujo de hacer. Nunca se había abierto cual flor para nadie, pero él con un pico había ido pétalo a pétalo, cavando, picando y sacando la porquería que se había solidificado hasta llegar al centro, al núcleo de su corazón…
- Le quiero.- se dijo por primera vez con lágrimas en los ojos.
Tenía miedo de aceptarlo, de entregarse a alguien sin miramientos, sin pensar en el mañana y sobre todo, sin miedo a ser herida, porque era consciente que siendo como era, lo heriría siempre y cada día, pero él era tonto y se quedaba a su lado, a pesar de sus palabras frías e hirientes. No solía decirlo con maldad, simplemente era así…
- Eres tonta.- le solía decir Sam.
- Si caes, es por algo...- le recordaba Pia cuando ella le comentaba que había vuelto acostarse con Erza.
Cogió el anillo y se lo colocó en el dedo anular, corrió a su habitación y se puso un vestido largo de color verde, se calzó las sandalias y salió del apartamento, antes asegurándose que en el bolso estuvieran las llaves y le móvil.
Al dejar la casa atrás y unas cuantas calles se paró en pensar en qué restaurante estarían, se detuvo un momento y recordó que con sus amigos siempre iban al mismo lugar. Nuevamente con la seguridad que aún tenía comenzó a correr y llegó al supuesto restaurante. Dudo un poco antes de hacer lo siguiente.
Se paró al lado de la puerta, cogió el móvil y le escribió un escueto “Si”, en el whatsapp antes de volver a esconderlo dentro del bolso y esperar a que él contestara si eso hacía. Sabía que solía desconectar del teléfono cuando estaba con amigos, pero tenía un poco de fe que estuviera pendiente del cacharro, al menos esos días…
Para ella pasaron horas y no minutos antes de verlo salir del restaurante, con el traje del trabajo y mirándola con ojos sorprendidos. Ella bajó la cabeza avergonzada y le enseñó la mano con la alianza, él se acercó y le acarició la cabeza aliviado.
- Eres bien terca...- dijo al fin besándola en la coronilla.
- Soy capricornio, te jodes.- contestó en su defensa.
- Y yo escorpio.
ResponderEliminar!Oh wow, que bonita historia de amor!
El amor es asi, sorpresivo y ella siempre estuvo en la espera de la otra mitad que la complementaria. Muy buen final para estos signos de Agua y
Tierra, les espera felicidad para toda la vida.
Abrazo
¡Gracias!
EliminarNo soy mucho de los horoscopos, pero me gustó ésta historia.
Un besin
¡Hola! La verdad, es que el horóscopo me trae sin cuidado, aunque doy por hecho que se le puede sacar provecho para escribir, eso no lo dudo. Me ha parecido una ternura el relato, que se haya jugado por él de esa manera, me ha encantado. <3
ResponderEliminar¡Un abrazo!
¡Hola!
EliminarYa somos dos con eso, dan ganas de escribir.
Me gusta que te haya gustado, he intentado que fuera lo más tierno que podía.
Un besito
(。◕ ‿ ◕。)/ Holaaa Cath, pues yo creo en todo en OVNIS, fantasmas, zombies, horóscopo y en todo kajskasjaskajs creo que la historia ha estado hermosa, me ha gustado lo tensa que me hizo sentir pues no sabía que esperar, pensé que le diría que no por todos los pensamientos interiores que tenía pero me alegra que haya sido lo contrarios, muy hermosa historia de amor.
ResponderEliminarTe invito a visitar mi humilde espacio ♥
穛 S4Ku SEK4i®
¡Hola!
EliminarA mi me gustaría creer en todo eso, pero soy demasiado escéptica, pero bueno... me alegra que te haya gustado.
Un besito