52 retos del Libro del Escritor: Nieve

Mingalarba! (Birmano)
¡Que frío que hace! Realmente estoy helada y las ideas se me congelan... no es la excusa de porque no he escrito estos días, tan sólo comento un hecho, el motivo que no hiciera acto de presencia es porque se me jodió el portátil y obviamente no pude escribir. Pero ahora tengo uno nuevo (de color verde) y puedo reanudar todo.

Para empezar otra vez me uniré al reto de 52 días del Libro el Escritor, lo leí tanto en el blog de mi lovely Roxana y mi querida Yessy kan. Pásate a leer si quieres sus blogs.
Éste reto trata de escribir algo sobre lo que ellos expongan y para comenzar el primero, tiene que ser un escrito que ocurra el 31 de Diciembre, osease año viejo.
¿Vamos a ver que sale?




Escribiré un fragmento de mi novela Los Piratas del Tiempo, realmente no sé si ésta escena aparecerá o no, pero me ha venido la idea a la cabeza y concuerda con las reglas del primer día. 

Nieve
La habitación está a oscuras, no hay nadie rondando por los pasadizos y lo único que se escucha es mi respiración agitada y algo cansada. Intento contener los alaridos de dolor cada vez que mi pecho baja y sube al ritmo de la respiración, o cuando mis músculos se contraen por el exceso de estiramiento. Quizás si no estuviera tan herida podría romper las cadenas que me mantienen atada contra la pared, pero esos psicópatas se han cebado conmigo. No sé cual parte de mi cuerpo está peor, después de todo, el dolor me llega por cada célula de mi ser.
Tiro de un brazo para comprobar si haciendo un esfuerzo inhumano lograría romper la piedra en la que está encajada la cadena. Al hacerlo un fuerte dolor me cruza la espalda y el hombro. Ahogo un gemido, no quiero alertar a los médicos y enfermeras nazis. Sé que intentarán dormirme para poder celebrar su inicio de año al poder. Esa gente enferma. Maldigo el día que me prometí ayudar a aquellos quien me necesitaran. Por unos instantes olvidé que en unas celdas no muy lejos de las mías se encontraba Fausto e Ian. Estoy preocupada por ellos, pero sé que no jugaran con ellos, después de todos tan sólo son humanos con un tiempo de vida un poco más largo, el ángel soy yo. Me muerdo el labio para tirar de las dos cadenas, pronto el ladrillo se desprende de la pared y cae haciendo un estruendo en el suelo. El eco del golpe resuena por todo el laboratorio. Aguardo quieta a ver si llegaba alguien. No hay nadie. Es mi oportunidad.

Ian y Fausto lograron escapar antes de que me apresaran otra vez, aunque antes de que me encerraran les maté usando lo poco de fuerza que me quedaba. Mi cuerpo está repleto de heridas, cardenales y cicatrices purulentas, además de las que ya tenía de batallas anteriores. Sé que en cualquier momento caeré inconsciente, pero me deslizo entre los cadáveres aún calientes, con gorros rojos y trajes de gala. Quiero escupírles, pero llevo demasiado tiempo sin beber y la saliva es lo único que me moja los labios resecos.
Termino de pasar entre los cuerpos hasta salir de la casa. El exterior está nevado, el bosque se ve oscuro y tenebroso, pero después de haber sido animal de laboratorio otra vez, nada podría producirme tanto terror, al menos por ahora...