La primera autopsia
En los delirios del sueño y la vigilia se me ocurrió éste relato. He perdido un poco la facilidad de escribir, así que espero que no seas muy rudo conmigo. Prometo esforzarme al máximo y volver al nivel que tenía antes. Incluso espero mejorar.
Espero que disfrutes de la lectura.
La primera autopsia
La vida se le iba escurriendo entre los dedos, y nada podía hacer.
Tan sólo mirar como cientos de sus amigos morían sin poder frenar la enfermedad.
Él no tardaría en caer, sentía como el cuerpo le comenzaba a flaquear, como sus pulmones se esforzaban en enviar aire y a cada pequeño paso, sabía que su corazón le costaba bombear la sangre. No tardaría en estar encerrado en una habitación, lleno de sábanas blancas esperando a ser perladas con gotas de carmín. Esa era la señal que indicaba que la muerte estaba próxima. Todo el mundo lo sabía, pero fingían no hacerlo cuando algunas gotas salían de sus labios.
La medicina aún no había encontrado cura, tampoco tratamiento ni mucho menos nombre. Los ricos culpaban a los pobres. Los pobres culpaban a Dios. Y los médicos culpaban a su propia inexperiencia. A pesar de que se había oído de esa enfermedad en lejanas tierras, ellos se mantenían orgullosos y estoicos al ver que nadie había caído… hasta que el primero tocó con fuerza. Tras ese, las calles se infectaron y nadie era inmune a la muerte. Ni los monarcas, ni los pobres.
No había oro capaz de salvar a las almas de esa tierra.
No tenía fuerza en su cuerpo, pero aún la voz le salía para comunicar a sus compañeros que taparan sus vías respiratorias. Que limpiaran sus manos y que se mantuvieran alejados de los flujos que emanaba la gente. Sabía que con esas directrices poco podían hacer. Manejar a tal cantidad de enfermos sin mancharse era prácticamente imposible, pero debía hacer al menos eso antes de morir.
Tirado en la cama, con la muerte susurrándole al oído pensó; si la enfermedad no se podía ver desde fuera, quizás se podría ver desde dentro. Levantó su mano blanca y huesuda para luego tocarse su pecho. Las costillas se marcaban en sus costados, su vientre inexistente se movía con ligereza y notaba como su enfermo corazón pedía clemencia. Cerró los ojos y sonrió sabiendo que quizás, había una forma de lograr identificar la enfermedad y comenzar a curarla, aunque ello significara no ver el resultado. Tosió y manchó su pijama blanco de sangre. Pocos minutos después varias enfermeras y compañeros entraron corriendo a la habitación. Como bien había dicho, éstos tenían la boca y nariz tapada, llevaban unas vendas en las manos a modo de protección contra él y una tela en el pecho. Sonrió con los labios ensangrentados. Eran unos buenos alumnos.
Con la mejoría previa a la muerte le explicó lo que deberían hacer. Todos se mostraron horrorizados, pero él exigió que prestaran atención, que anotaran todo y que después, quemaran su cuerpo. No necesitaba misas ni rezos. Tan sólo que su cuerpo dejara éste mundo, tal cual como había llegado. Nada más.
No dio su último respiro hasta que todos aceptaron su última petición. Volvió a sonreír y así su alma dejó su cuerpo.
Lo que fue su habitación ahora era un laboratorio. Su cuerpo desnudo yacía en la cama, sólo una sábana tapaba su masculinidad, todo lo demás estaba expuesto ante los dos pares de ojos que habían sido alumnos de aquel gran médico.
Uno de ellos rezó antes de sujetar un pequeño cuchillo y comenzar a clavarlo en la carne aún caliente de su mentor. La sangre brotó de la herida que éste iba haciendo pero no se desparramó como en un cuerpo vivo. Poco a poco abrieron el torso del sujeto de prueba, para luego usando las manos y un martillo romper el esternón y dejar expuesto el corazón y pulmones, además de otros órganos sin vida.Tal hallazgo los dejó sin habla. El corazón era dos veces más grande de lo esperado, los pulmones se veían negros al igual que varias capaz de tejidos de otros órganos. Poco a poco y con gran respeto fueron extrayendo cada órgano y poniéndolo en una palangana.Tras vaciar el cuerpo del médico lo cerraron. Llevaron el cadáver a una pira y lo dejaron ahí. Minutos después una llama devoró el cuerpo mientras los médicos y enfermeras lloraban la muerte de un gran amigo y científico.
Ese día, tras la pequeña ceremonia de despedida descubrieron como detener la propagación y que órgano proteger. No fueron hasta años más adelante, que pusieron nombre a la enfermedad y al procedimiento que el médico había sido expuesto.Nadie recuerda su nombre. No hay una foto donde se explica cómo ocurrió y cómo fue. Pero en un pequeño pueblo de Inglaterra, en una casita vieja y destruida, hay una libreta donde se narra los primeros pasos de la autopsia. Ahí, con letra nerviosa y manchada en lágrimas, está el nombre del médico y firmado al final, las manos de quienes quitaron cada uno de los órganos de su maestro.
Nadie lo descubrirá jamás, pero un pequeño sacrificio anónimo hizo un gran avance en la medicina. Un héroe sin capa y sin nombre. Un héroe en el silencio.
Excelente relato Cath 🤩
ResponderEliminarUn beso desde Plegarias en la Noche
Ese médico resultó un héroe.
ResponderEliminarEstá muy bien desarrollado el clima hasta llegar a ese final.
Un abrazo.