El Anti-Paradiso: Capítulo 1
Túturu~
Tengo a F por la casa pululando y he logrado hacer un par de cosas en el portátil, no se cuanto tiempo tendré más... pero me alegro de haber dejado éste capítulo escrito. Recuerdo que escribí el prólogo hace tiempo, así que no sé si será el mismo hilo pero bueno... Ya me dirás.
Capítulo 1:
Al llegar al edificio, me encontré con un sobre blanco sobresalir del buzón. Sorprendida por aquella misiva me acerqué para sacarla y poder leer a quién debía pagar ahora. Suspiré y cuando lo saqué no pude contener la emoción y abrirlo. Dentro de aquel sobre se encontraba una respuesta que llevaba esperando oír durante mucho tiempo. Antes de leer entré en el ascensor, subí hasta el piso y cuando me encontré abrigada con las cálidas paredes de mi casa comencé a leer el contenido de la carta.
A pesar de que estaba escrito con mucho cariño, respeto y una falsa tristeza mi cerebro tan sólo podía procesar las únicas dos letras que se encontraban casi al final del párrafo. Ese “No”, era la única palabra capaz de hacerme llorar a mis treinta años. Nunca había sido una persona muy llorona, pero en los últimos años y con el peso de las responsabilidades en mis hombros, me había vuelto bastante propensa en soltar unas cuantas lágrimas en películas, anuncios e incluso series para críos. Mi hermana mayor se solía burlar de eso, decía que parecía una mujer embarazada mientras se reía al verme llorar como una criatura.
Tragué los mocos que se me escapaban de la nariz y contuve las lágrimas calientes que amenazaban a salir de mis ojos con una furia inusual. Tiré aquel papel y lo pise tantas veces que mi perro se acercó preocupado.
- ¡Esa vieja bruja!- grité tirando el bolso al suelo, caminando presa de la cólera por el salón y buscando alguna forma violenta de sacar mi enfado.
Quise romper algo del mobiliario, pero sabía que si hacía eso me quitarían la fianza. Frustrada, indignada y completamente devastada me senté en el sofá, mientras Chucho me miraba con preocupación. Él era mi fiel compañero de batallitas, había estado conmigo desde que me independicé después de graduarme de enfermería. Él había sido mi primera mascota y quien terminaba oyendo mis penas. Muy listo el perro, se sentó sobre mi pierna y esperó pacientemente a que comenzara a hablar. Ambos sabíamos que era una estupidez, puesto que él era un animal y yo una persona, supuestamente racional y que sabía que no me iba a contestar. Aún así le acaricie detrás de la oreja y comencé mi verborrea con gimoteos e insultos que posiblemente mi madre no aprobaría.
- ¿Y ahora que hacemos?¿Eh? ¡Esa vieja loca pretende que nos marchemos! Y encima ni siquiera nos ha explicado el motivo…
Nuevamente indignada me levanto del sofá y comienzo a limpiar la casa. Solía hacerlo cuando me enfadaba. De pequeña mi madre solía hacerme molestar para que le ayudara con los labores domésticos. No es algo de que se sintiera muy orgullosa, pero con ocho hijos esperaba que una de ellos fuera un poco tonto y le ayudara. Y esa era yo. La tonta, buena y con una voluntad de hierro, pero que ahora lloraba a moco porque no le habían dado la opción de comprar aquel bonito y céntrico piso.
Llevaba cinco años viviendo ahí, pagaba todas las facturas el primero de mes, jamás me quejaba de los horrendos vecinos y mucho menos molestaba por los desperfectos de la casa. Y mira que tenía unos cuantos. Era la inquilina por excelencia y esa bruja me había mentido descaradamente aún sabiendo que jamás me lo iba a vender. Posiblemente quería seguir desangrando algún tonto más en vez de vender aquel pisucho a alguien que le podría dar el dinero al contado. Aunque si debía ser sincera, no sabía como pretendía pagarlo, pero aún así me había metido en todo aquel trámite burocrático que llevaba más de un año tramitándose. ¿Y para qué? ¡Para nada! Y ahora la maldita vieja quería que abandonara el piso en menos de un mes… ¿Dónde iría ahora? No tenía dinero suficiente para alquilar un piso, tampoco tiempo para buscarlo y mucho menos paciencia para hacerlo. No con los turnos locos que me había metido en el hospital para ganar un poquito más y así ahorrar como mínimo 600 euros al mes.
Ya con toda la casa limpia, la cara llena de lágrimas, mocos y sudor me senté en el borde de la cama y medité qué hacer con mi vida. Tenía la opción de volver a casa de mi madre, pero aún ahí vivían mis hermanos pequeños y tampoco me hacía gracia pedir a mis hermanas mayores ayuda, y mucho menos a la única persona que estaría encantada de hacerme un favor.
Chucho entró a la habitación y mirándome con esos ojos grandes me recordó que debía llamar.
- Te odio, chucho.- bufé indignada mientras me estiraba y cogía el teléfono de la mesa de noche. Era la primera vez que usaba ese teléfono, pero total como debía abandonar la casa… al menos quería dejar un poco de cera en aquel teléfono de la vieja bruja.
Marqué el número de Susana y esperé con paciencia a que su voz algo nasal me contestara. En cierto modo el hacerlo era una sorpresa. Ella era Azafata y se pasaba de su vida metida en un avión, por lo que su casa se pasaba parte del tiempo sola o con su ausente marido.
- ¿Diga?- pregunto algo distraída.
- ¿Quién va a ser?- respondí yo.
- ¡Hazel! - chilló y me perforó el tímpano.- ¡Que sorpresa! ¿Por qué me llamas?¿Qué necesitas?
Esa mujer era peor que una vidente. Era lista y sabía que sólo llamaba para pedir favores. Osea casi nunca, pero durante sus 32 años de vida siempre había esperado ese momento, que su dulce e imperfecta hermana pequeña le pidiera un favor para poder restregarselo eternamente.
Con un nudo en la garganta le conté mi situación, no pude evitar derramar algunas lágrimas para tocar su fibra sensible y tras unas dos horas hablando me ofreció felizmente su casa durante una temporada. Sin acordar mucho más me colgó dejándome claro dónde estaban las llaves de su apartamento. En casa de mamá. Suspiré y miré a Chucho que meneaba la cola feliz. Si, le tocaba el paseo y a mi una larga jornada de buscar cajas y llorar.
continuará...
Que bien escribís. Nos hiciste estar tan cerca de la protagonista, con sus emociones. Y su perro.
ResponderEliminarBesos.
Ohhhhhhh!!!!!!! quiero saber la continuación *-* excelente amiga <3
ResponderEliminarUn besote gigante desde Plegarias en la Noche.
¡Gracias! Pronto escribiré el próximo capitulo.
Eliminar¡Hola! Qué bueno que puedas retomar historias. Ha sido muy interesante esta, me intriga lo que viene ahora. Toca esperar que sucede con la mudanza ahora.
ResponderEliminar¡Un besito!
¡Gracias! Si, voy poco a poco... pero aquí sigo.
EliminarMudanza,... qué miedo me da esa palabra,... pero es que a tu protagonista no le queda otra.
ResponderEliminarPD.-tienes que decirle F que te deje más ratitos libres ;-)
Son horrible las mudanzas... pero siempre encuentras cosas que tenías perdidas.
EliminarSi, ojalá me dejara...
Buen principio que te deja intrigada en cómo continuará. Y como he leído en un comentario, nos acercas a los sentimientos de la protagonista y a su especial relación con Chucho.
ResponderEliminarUn beso.
Gracias!
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ResponderEliminarHola Cath!
ResponderEliminarMe alegra que hayas podido escribir esta historia y la estés presentando ahora.
ha estado entretenida y me ha gustado protagonista, gracias por compartirla :D
¡Muchas gracias!
EliminarMuy bueno tu relato.
ResponderEliminarHola, Cath
ResponderEliminarMe ha enganchado mucho porque es una historia dinámica y profunda a la vez, llena de contrastes y emociones. Me gusta el personaje con su perrito, que tiene que ir abriéndose camino en la vida a pesar de todas sus complicaciones.
Un abrazo!