Gym para escritores: Sacrificio

Túturu~
¿Como ha sido tu fin de semana? El mío completamente maravilloso. No hemos salido de casa y nos quedamos todo el día en pijama, disfrutando de la camita, de la tele y del ordenador. Aunque me encanta salir y hacer cosas, también pasar unos dos días sin salir está super bien... ¿Y a ti?¿Te gusta estar en pijama todo el día?

Como ya terminó el año y dudo que me vuelva a inscribir a otro reto, creo que escribiré más seguido el Gym para escritores. Si no sabes de que te hablo será mejor que te vayas AQUÍ y leas un poco de que va éste reto. Es muy divertido y entretenido. Te invito a participar.

Las reglas de hoy son bastante sencillas, debo escribir una historia donde mi protagonista sea el pago o el sacrifico de un demonio. Está bastante interesante... veamos que me sale.


Sacrificio

Era una tradición familiar. Todas las mujeres de los Caravagio a la edad de los 18 debía ir a ese templo en plena noche, con un vestido blanco y los cabellos sueltos y decorados con una bella y sencilla corona de flores blancas. Nunca nadie les decía por qué, pero tampoco se atrevían a preguntar, después de todo en esos tiempos las madres estaban nerviosas, cerraban las puertas y ventanas de la casa con seguro y se iban a la cama antes de que anocheciera. Muchas de ellas rezaban una y otra vez mientras hacían las coronas que decorarían los cabellos de sus hijas.
Era una tradición familiar muy antigua y nunca nadie se había negado a participar, así que Vera no iba a ser la excepción.

Como dictaba la tradición se bañó en el manantial de la aldea, frotó su cuerpo desnudo con flor de lavanda, se peino el cabello con una rama de sauce y pinto sus gruesos labios con la pulpa de una concha. Después se vistió con aquel vestido largo y blanco, se colocó la corona y comenzó a caminar hasta el santuario. Éste estaba en lo alto de una montaña, al lado del mar y bien alejado de toda civilización. Si había alguna niña que gritara nadie la escucharía.
Mientras se dirigía al templo pensó en todas sus amigas, en como habían vuelto con expresión relajada, feliz y con un aspecto de mujer. Pensó que quizás todo ese miedo era algo mentira, puesto que todas decían que no era nada, que era una estúpida tradición y que solo era como un ritual. Nunca había pasado nada y ella esperaba que su "iniciación" fuera igual de aburrida y simple como la de las demás.

Al llegar al santuario se sentó justo al medio de la sala, junto las manos y comenzó a recitar las oraciones que había estado ensayando. Durante una larga hora espero a que pasara algo, pero tan sólo se oía el ruido de la tormenta y el romper las olas en las rocas. Nada parecía diferente hasta que un golpe de aire apagó las velas y dejó la sala a oscuras. No tardó ni dos minutos en encender una vela y cuando la estancia se iluminó vio una figura alta, magestuoza y con una sonrisa bastante peligrosa.

- Al fin una buena mujer.- siseo la voz de aquel hombre.
- ¿Perdón?¿Quién es usted?- quiso saber Vera levantándose y acercándose a él.
- Tengo muchos nombres, pero tu me puedes llamar Lu.- dijo él socarron y evaluando a Vera mientras se relamía.- Eres virgen, nunca te has enamorado...

Vera siempre había tenido una lengua suleta y jamás se dejaba insultar, pero ese hombre estaba citando cosas que nadie más que ella sabía. Cuando Lu terminó de inspeccionarla movió las manos y toda la sala se iluminó y ella pudo comprobar con estupor que de la cabeza de él salían dos enormes cuernos. Él asintió a la pregunta que ella jamás hizo.

- Después de 100 años, al fin tu aldea me da el sacrificio que más ansiaba...- sonriéndo le ofrece la mano.- ¿vendrás conmigo?

Era raro pero Vera sabía que podía negarse, después de todo sus compañeras se habían negado... ¿Podría decir que no? Al ver a Lu supo que esa no era su opción.