Gym para escritores: Mallorca Rural II "Adrenalina"

 

Túturu~

He logrado sentarme a escribir. He de confesar que éstas últimas semanas han estado bastante intensas, entre el trabajo, la casa y temas médicos familiares que he terminado más muerta que viva. Ayer estaba tan agotada que incluso tenía náuseas... cada vez que las tengo pienso que estoy preñada y se me mete el culo para dentro. No por favor, no más embarazos. ¿A ti te has pasado? Estar tan cansado que tener náuseas y demás...

Tengo a mi Sr.marido cuidando de reojo (Sí, sí... de reojo porque con el otro está con la play) cuidando a F, y yo también ando un poco alerta, que le hemos puesto música pero poco margen me deja para escribir. Ahora la tengo debajo de la mesa y agarrándome las piernas. Y encima ya quiere andar y es un peligro. En fin, iré al grano mientras la señorita me deje.

Quiero ponerme al día con el reto de Roxana. Si quieres participar entra AQUÍ y ahí se te explica todo. Seguiré con el relato de "Mallorca Rural" aunque quiero hacer un pequeño cambio. Puse que ocurría en Valldemosa, pero lo cambiaré por "Ses Salines", otro pequeño pueblo de Mallorca. ¡Allá voy!

Detalle: Ahora tengo a F encima mío, ella está con el móvil de mi Sr.marido escuchando canciones con sus vídeos. 

Mallorca Rural II "Adrenalina"

Tirada en la comodidad de la arena de la playa, sintiendo los rayos de sol en mi piel ya caliente y oyendo el murmuro del mar, era plenamente consciente de que estaba posponiendo la realidad de mi viaje. Llevaba ya casi un mes en la isla y aún no me había dignado a contactar con aquel viejo y tampoco me sentía preparada para ello. En cierto modo me había entrado el miedo ¿Y si me decía cosas que no quería oír?¿Si todo era un timo? Desde el momento que comencé a relacionarme con aquellas personas de la isla, me imaginaba como iba a ser mi abuelo. Un señor de unos setenta y muchos, cabellos abundantes y de color cano, cara arrugada y sabia, con un poco de chepa y un bastón que le ayudaba a caminar por todas partes. Seguramente sería un poco gruñón, algo sordo y bastante celoso de todas sus cosas. O al menos esa era la idea que me había hecho de Bartomeu. Quizás era completamente diferente, pero la mera idea de que fuera así, ya hacía que se me revolvieran las tripas y deseara desde lo más hondo de mi corazón que no se fuera a morir y me dejara huérfana nuevamente. 

El corazón me latía a cien por hora cuando mi guía me llevaba por aquellas callejuelas angostas, pasábamos abuelos en bicicleta y olíamos el olor a madera quemada. Esa mañana había decidido ir a enfrentarme a mi abuelo, ya simplemente no podía dejarlo pasar. Tenía vacaciones, podía estirar más el tiempo pero sentía que mi abuelo no lo tenía, y eso cada vez hacía que tuviera más dolor en el cuerpo. ¿Cómo podía extrañar algo que jamás había tenido? 

El coche se detuvo delante de un portón largo y bastante viejo, la finca estaba rodeada por paredes altas de piedra y no muy lejos de la entrada había una pequeña placa que ponía "Casa des Predí". Le pregunté al chofer que qué significaba eso, y él entre risas me tradujo "Casa del abuelo". Aquello me hizo sonreír. No sabia si era algún tipo de chiste entre mi abuelo o siempre había estado ahí. Nunca supe si tenía primos o tíos, aunque a esas alturas no me sorprendería tener más familia que un conejo. 

Salí del coche y apreté el botón para que se abriera la puerta. Al pocos segundos la reja se abrió, entré al coche y en silencio comenzamos a deslizarnos entre la gravilla de la posesión y ver lo que en teoría iba a ser mío. Delante de mis ojos se abría un enorme terreno, con olivos grandes y viejos, almendros, naranjos y más árboles que no reconocía. No muy lejos había algo que parecía una piscina y entre tierra y piedras había un coche bastante antiguo que cogía polvo y hacía siglos que no había sido encendido. Supuse que era de mi abuelo. O de alguien que se lo regaló. Nuevamente el chofer detuvo el coche y esperó a que me bajara, al hacerlo con el corazón a mil y sintiendo como un chute de adrenalina me corría por las venas me aproxime a la puerta y toque el timbre.

Mi descripción había sido completamente acertada. Algo que me dejó sorprendida, puesto que simplemente me había dedicado a recoger rasgos de diferentes ancianos que había visto a lo largo del viaje. Él al verme sonrió,  y una especie de alivio y tristeza corrió por su cuerpo. En su mirada estaba escrito lo mucho que lamentaba ese momento y lo muy feliz al mismo tiempo que era. 

- Hola Sam. - me saludó con voz grave, ronca y algo jadeante. Me imaginé lo peor.

- Hola, abuelo.

Supe que esa sería la última vez que lo llamaría así...