La Venus de las Pieles
Realmente no me acuerdo de ninguna obra que me haya dejado con un extraño sabor en la boca... así que si he de decir, supongo que ésta ha sido la primera en mucho tiempo que me ha hecho levantarme de mi cómoda butaca para aplaudirle con el corazón encogido en el pecho de la emoción.
La Venus de las Pieles, una obra de David Ives, interpretada por Clara Lago (8 apellidos vascos) y Diego Martín (Central de cómicos) y dirigida por David Serrano...
La historia trata de Diego, un dramaturgo novel que está obsesionado con conseguir una actriz que clave el papel de su obra. Una obra poco convencional, ambientada en siglo XIX, dónde sus protagonistas luchan con el amor, seducción y sobretodo en encontrar el bien y el mal, o intentar definirlo. Diego solo quiere encontrar a la actriz perfecta, cuando Vanda, una candidata entra y comienza a hacerle dudar sobre si mismo, y la relación que tiene esa obra con su vida.
Tanto el diálogo, la escenografía, la música, iluminación y actores hacen que esta obra sea un deleite para todos los sentidos. El diálogo simplemente espectacular, con un vocabulario culto y educado, tanto vulgar como grosero, en los momentos precisos y entonados de tal forma, que no es raro para el oído. La escenografía a pesar de ser escasa (tres muebles, una iluminación bastante trabajada y un decorado en telas bonito) hace que te introduzcas dentro de la obra, como si tu fueras uno de los dos protagonistas. La música, tan sólo pusieron una obra de Vivaldi durante pocos minutos, pero que le daban un tono mágico al momento. La iluminación, detalle que me gusto mucho fue que ellos mismos se encargaban de ambientarlo, dándole una imagen más personal. Y los actores... ¿Qué decir?
Lo increíble de ésta obra es que Clara y Diego simultáneamente hacen diferentes roles, sin cambiar de escena o desconectar para hacer otro. De un segundo a otro, vez que son otra persona totalmente diferentes, tanto por el tono de voz, como por la postura del cuerpo... y en otro segundo vez que entre ellos mismos se pasan la pelota del rol. Durante un segundo Diego, era Diego y al otro vez que es un sumiso... simplemente no puedes pestañear por pánico que vuelva a cambiar.
En ningún momento los actores muestran como modifican su papel, o que necesitan un margen de tiempo. Nada... dejando al público totalmente anonadado...
Ahí es cuando vez el arte de un actor, que no necesita un telón para pasar de ser una estrella del pop a un niño huérfano y sin pierna.
La misma obra te va atrapando poco a poco dentro de su telaraña, haciendo que quieras que ocurra lo que están diciendo, porque lo divertido de todo es que, la obra trata de otra obra y como quiere el director que se vaya el público al terminar de verla... y cuando el telón se baja, te das cuenta que sientes todo aquello que el director dentro de la obra quería que sintieras... aunque no estés del todo seguro si sabes el porque de la sensación que tienes...Es un final "ambivalente" como se citó durante tres veces durante la obra.
Sinceramente ha sido sublime, una obra que sin ninguna duda volvería a ver si pudiera. No tiene desperdicio en absoluto...
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