Ahogo
Desde siempre todas las decisiones que he tomado han sido para sobrevivir. De una forma u otra, mis acciones han estado ligadas a un momento de mi vida que me han obligado a escoger un camino u otro, realmente sin pararme a pensar si era o no la mejor opción. Era mera supervivencia.
Jamás me planteé algo serio como tener un bebé o casarme, porque eran hechos que no tenían una alternativa. Quería ser madre si o si, tenía que casarme si o si. Punto. En cambio, mudarme de casa de mi madre a compartir piso con una amiga, y después mudarme al piso donde estoy actualmente han sido decisiones movidas por supervivencia. Me ahogaba donde estaba.
En general me he movido en una línea de vida de supervivencia, haciendo todo para sobrevivir y no para vivir, o simplemente ser feliz. Debía ser buena hija, o sino mi madre no me quería. Debía ser buena amiga, porque sino me iban a dejar sola... etc. Todas éstas acciones estaban coaccionadas por alguien que suponía un peligro para mi situación emocional y hasta realmente poco, no me había dado cuenta.
He estado sobreviviendo toda mi vida. Ahogada entre olas de emociones negativas. Enterrada en palabras que habían marcado mi piel y siendo subyugada a un concepto erróneo de mi misma. Y hasta que no te das cuenta y decides romper el ciclo, no miras atrás y comprendes eso...
No soy una superviviente de la guerra, ni de un accidente ni de un trauma. Soy una superviviente de la vida. De una vida que me ha llevado a tomar decisiones que no sentía, que no meditaba... simplemente era para poder tomar una bocanada de aire.
Y cuando respiras por primera vez, te das cuenta de lo que duele, porque estás sola, sin una sombra constante que te obliga a estar a la defensiva. Y ves la realidad, te abruma el silencio y esperas impaciente a que llegue el agresor... Sabes que llegará alguno, pero no de aquel que has estado huyendo durante tanto tiempo.
Con 32 años, me siento libre y respiro. Duele. Es aterrador. El silencio me abruma y el miedo me paraliza, pero por primera vez, es un miedo real, un miedo normal. Un miedo en el que alguien me puede acoger y abrazar y consolar, porque es uno compartido. Es una libertad que todos han vivido y que se puede compartir... Es un terror común y al fin, te sientes normal. Viva. Feliz.
Y por fin... respiras.
No me habías contado esto...
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