Proyecto Gea : Capítulo 1

¡Y vuelvo a escribir!

A decir llevo bastante escribiendo, vuelvo a pasar gusto de perderme entre las teclas del portátil y alejarme un poco de mi día a día. Es verdad que no soy tan constante como me gustaría, pero bueno... la vida adulta es algo complicada y más si agregas que debes mantener vivo a otro ser humano. Pero bueno... ¡He vuelto!

Ésta es una historia que lleva en mi cabeza mucho tiempo, pero que va cambiando a medida que voy creciendo, no tengo muy claro algunas cosas pero... quiero compartirla contigo. 

Espero que me digas que te parece.

¡Un abrazo!



Capitulo 1


Era una sesión con la psicologa como cada quince días. Llevaba asistiendo a terapia desde hacía tanto tiempo que había olvidado cuál había sido el motivo inicial. ¿Una ruptura?¿un sentimiento negativo?¿un trauma infantil? No lo sabía, pero ahí estaba, como cada quince días. Puntual como un reloj. Sentada en la silla del recibidor, mirando de forma distraía el móvil y fingiendo que todo estaba bien. O al menos eso quería hacer pensar a la gente que estaba a su alrededor. Tampoco es que el consultorio estuviera lleno, pero dos personas se encontraban sentadas no muy lejos, con rostros mucho peor que el de ella. En cierto modo se lamentó tener la cita antes que esas pobres almas.

Cuando la psicologa salió de su despacho y la llamó, cerró el móvil y se adentró. La consulta era tan austera como siempre; paredes gris casi blanco, muebles pastel, paredes con fotos de gente desconocida y algún que otro cuadro del renacentismo. Las dos sillas mullidas delante del escritorio, lleno de papeles y carpetas. El sillón del profesional era mucho más cómodo que el que se iba a sentar ella, pero tampoco le importaba. Su sesión durante cuarenta y cinco minutos, no era el tiempo suficiente como para causarle molestias.


- ¿Y bien?¿Cómo estás Noelle?- preguntó mientras abría la libreta donde en letras grandes ponía su nombre. No sabía cuántas libretas llevaba con ella, pero estaba segura que un buen pellizco de dinero si.

- Igual que siempre.- contestó ella honesta. Nunca le había mentido y tampoco iba con medias tintas, no era su estilo.

- ¿Cómo igual?- dijo marcando mucho el igual. Odiaba cuando se ponía así.

- ¿Vacía?


Cuando esa palabra salió de su boca, sintió como si un nudo se hubiera formado en su pecho. Esa sensación de hoquedad siempre había estado con ella, pero jamás le había puesto nombre. Era como si fuera un dolor que no molesta, pero cuando falta se nota. Nunca había pensado que era eso lo que le había alterando durante tanto tiempo...


- Explícate un poco, por favor.- ella se quitó sus gafas de pasta para mirarla. En cierto modo también sentía lástima por la psicologa. ¿Cuántos locos tenía que ver a diario? Y ella no era precisamente un paciente fácil de llevar.

- Es como si...- intentó buscar palabras para expresar lo que sentía en su interior.-… si algo faltara dentro de mi. Como un puzzle que le falta una ficha…


El rostro de la psicologa era igual que antes de hablar. No parecía que sus palabras hubieran provocado algún cambio en su opinión profesional. Noelle suspiró para ella y buscó algún tema que a la profesional le pudiera valer más. Así estuvo charlando con ella el tiempo estipulado. Pagó y se marcho con la misma sensación que entró. Nunca antes había salido tan frustrada como ese día


Al llegar a su apartamento, se descalzó, dejó colgada la chaqueta en el perchero al igual que el bolso. Sacó el móvil del bolsillo y se arrastró hasta llegar al sofá. Sabía que debía a ponerse hacer cientos de cosas, pero tenía la sensación de aquella sesión de terapia le había arrancado las fuerzas de cuajo. Normalmente no se sentía así, al menos, no desde el principio. Se colocó cómoda sobre los mullidos cojines y buscó el chat donde estaría su marido esperando por alguna actualización de su situación mental. Él, a diferencia de las parejas anteriores que había tenido, era un trozo de pan. Bueno, sincero, paciente e increíblemente sexy. Jamás había conocido a un hombre que hubiera tenido la paciencia que tenía él con ella. Comenzaron a salir cuando se conocieron en el trabajo, unos años después le pidió matrimonio y así habían pasado cinco años. Llevaba cinco años con el mismo hombre, todo un logro para los dos.

Sonrió recordando aquel pasado cuando comenzó a escribirle que todo había ido bien. Que seguía tan loca como siempre, y que debería seguir drogándose hasta que fuera una vieja decrépita. Él sonrió. Se despidieron con un beso virtual y prometieron verse antes de que ella comenzara su turno. Dejó el teléfono sobre la mesa y se centró en tener la mente en blanco para adentrarse en un sueño. Necesitaba dormir un par de horas antes de entrar al hospital. Le esperaban una larga jornada de 12 horas, y tenía que estar fuerte. Aguantar a niños enfermos y a madres desesperada era una tarea que requería más fortaleza mental que cualquier otra tarea.


La puerta del apartamento se abrió y un aroma a café con bollos la despertó. En la entrada quitándose la chaqueta a duras penas se encontraba Sebastian, con su cabello oscuro lacio, su alto y delgado perfil y su piel blanca cual muerto. Lo miró con aire divertido desde el sofá, él a su vez le enseñó la mano ocupada con comida, pidiendo auxilio en silencio. Se estiró aún acostada para acercarse a él y coger su comida por las próximas 12 horas. Le dio un sonoro beso en los labios y volvió al sofá, ésta vez sentada con las piernas en forma de mariposa. Él se sentó a su lado profiriendo un profundo suspiró y mostrando una cara muy cansada.


- Te han dejado salir antes...- miró el reloj de la pared, donde marcaban las ocho en punto de la tarde..

- Terminé de pasar consultas, pasé por los pacientes de planta y huí antes de que cualquiera pudiera pedirme nada. – se frotó los ojos agotados.- ¿Por qué me hice médico general?- farfulló lastimero.

- Porque así no tenías que hacer una carrera más larga ¿no?- le recordó con la boca llena de croissant y café.

- ¡Touche!- rió y se acostó sobre las piernas de ella.- dame mimos antes que te marches. He tenido un turno horrible y hasta mañana no te volveré a ver.

- Seguramente a las 5 de la mañana te llamaré para despertarte y contarte mis dramas...- rió y le acarició el pelo lacio.- te amo, ¿de acuerdo? No me enamoraré de ningún padre soltero desesperado.


Entre risas estuvieron hablando hasta que la alarma vibró en la mesa recordándole que debía comenzar a prepararse. Dejó la cabeza de su marido sobre el sofá, le beso en la frente y caminó en silencio hasta el baño. Tenía un ritual antes de cada guardia. Una cena o desayuno llena de carbohidratos y café, una ducha con agua muy caliente y después ponerse la ropa más cómoda que tuviera. Por suerte, no estaba obligada a llevar el uniforme, algo que a esas horas de la noche agradecía.

Salió de la ducha con la toalla envuelta en el pecho, con sus cabellos largo ondulado de color caramelo. El calor del agua le habían enrojecido su piel pálida y suave. A pesar del vapor, podía ver su reflejo en el espejo; tenía sus ojos color marrón rojizo aovalados y unas pestañas largas y finas. La nariz menuda al igual que los labios finos y el rostro aovalado. Su constitución fina pero esbelta, siempre le había hecho pareces más débil de lo que era, al igual que su poco pecho y curvas. Desde pequeña parecía que en cualquier momento se iba a quebrar, pero tenía una salud de hierro, que con sus treinta y cinco años de vida, jamás había tenido que ir al hospital. Al menos como paciente. En su vida se había sacado sangre, había estado enferma o había tenido un accidente. Algo que parecía absurdo para cualquier persona, pero así era. Sus padres; una pareja adinerada pero joven la habían tenido poco después de empezar la carrera, así que cuando su madre se pudo incorporar al trabajo, poco duro a su lado. En cambio, una larga linea de niñeras estuvieron a su lado velando por su salud. Algo que nunca tuvieron que arrepentirse. Según contaban, era una niña tan buena que casi parecía inexistente.

Después de secar su cuerpo a consciencia se puso unas braguitas de algodón negras y unos pantalones de chandal de su marido de color negro, seguido de un top del mismo color y una camisa manga larga con un dibujo de un gato con ojeras y un café en una pata. Se secó el peló y después colocó una pinza para tenerlo recogido. Aunque no era necesario cogió una colonia y se envolvió de ese aroma floral que tanto le gustaba a Sebastian. Ya preparada para enfrentarse a su día abandonó el baño, recogió su chaqueta, el bolso, móvil y dio un besito en la coronilla a su dormido marido. Dejó su casa en un silencio imperturbable y siguió igual el caminó hasta el coche. Puso en la radió una música suave hasta llegar al hospital.


El reloj marcaba las tres de la mañana cuando algo cambió en la sala de urgencias. Usualmente a esas horas solían haber uno o dos madres con sus criaturas enfermas, esperando pacientemente a que les atendieran. A diferencia de lo normal, ese día la sala de espera estaba vacía, algo que a los otros pediatras, como al demás personal le resultaba extraño.


- Esto es raro, no sé si decir que es un mal augurio...- susurró Cesar al ver la sala vacía y con el eco de la tele encendida.

- ¡Cállate no llames al mal tiempo!- ella le dio en el brazo esperando que sus palabras no hayan alterado el destino.- ¿Hace cuanto que estás en el gremio? ¡Esas palabras son tabú!- le volvió a regañar.

- ¿Y que quieres que diga?- se quejó sobándose donde le había pegado.


Estaba apunto de contestar cuando la puerta de cristal se abrió y un hombre vestido de negro entró a la sala de espera. Ambos se quedaron mirando al sujeto, esperando que tras de él llegara una mujer con un niño, o algún niño solo, pero tan sólo las puertas se volvieron a cerrar. El señor siguió caminando, saludó a los dos con un leve asentimiento de cabeza y se acercó al mostrador de urgencias. A pesar de que estaban cerca de su compañera de recepción, no pudieron escuchar lo que decía, pero al ver la expresión de ella parecía que no era nada bueno. Tanto Noelle como Cesar esperaron lo peor. Quizás vendría una ambulancia con muy malas noticias.

En un sepulcral silencio esperaron que la recepcionista fuera a comentarles algo, pero en vez de eso, el señor de negro se acercó a ellos y sacando de su bolsillo lo que parecía un control de coche, lo apunto hacia Noelle. Ella le miró extrañada pero al acto, comenzó a sentir un fuerte dolor de cabeza que le nublaba la vista y la razón. Antes de darse cuenta se había desplomado en el suelo inconsciente.

Cuando volvió a abrir los ojos, estaba recostada en la camilla de un box. Aún tenía el dolor en la cabeza y sentía como si ésta latiera, pero a parte de eso nada más. Intentó incorporarse, pero unos brazos fuertes le impidieron moverse. La voz de aquel individuo le removió cada rincón de su cuerpo, sintió ganas de vomitar y unas ganas terribles de huir, pero aún así su cuerpo no reaccionaba, era como si supiera que no habría manera alguna de escapar de esa situación.

Justo cuando fue consciente de todo aquello, recordó lo que le había comentado a la psicologa sobre la sensación de vacío. En ese instante no había ninguna. Era como si aquel hombre misterioso hubiera logrado que ese agujero se cerrara con tan solo su presencia. Y supo que aquello no podría significar nada bueno.



Comentarios

  1. ¡Gua! Que comienzo.
    Pensé que la historia sería de la vida personal. con sus conflictos, y personal de la protagonista.
    Pero pasa, como el título parece adelantar, de una cuestión de proyectos secretos, conspiraciones.
    Pareciera que ella tiene implantado un circuito para controlarla, dominarla cuando sea considerado necesario. Tal vez planeen programarla mentalmente para aumentar ese dominio.
    Comienzo a sospechar de la psicóloga, como cómplice o como una víctima. Pero seguro que va por otro lado.

    Besos.

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    1. ¡Me alegra que te llame la atención y que ya tengas pensamientos! ¡Que emoción más grande! Un besote

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  2. Holaa, que bueno que has vuelto a escribir tienes un talentazo, muero por ver los pros capitulos y otras historias, un besote.

    Blog de Bea- recomendaciones, animes, juegos & más!.

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    1. ¡Muchas gracias! Intentó escribir siempre que puedo. Un besote

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  3. Excelente capítulo Cath 🙌 muy buena historia.

    Un beso desde Plegarias en la Noche

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  4. Hola Cath!!! Me ha parecido una genial introducción, lo único malo es que por tiempo no creo que siga la historia, pero échale ganas porque me ha gustado mucho y sé que tienes mucho talento en desarrollar historias! así que Gambatte!!!

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    1. ¡Gracias por tomarte el tiempo de leerlo! Y tranquila, ya me basta con que te pases por aquí. ¡Un besito!

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