Mallorca Rural: Final
Después de un largo rato hablando sobre temas banales, de la isla, de mi vida y algunas preguntas sobre mis padres llegamos a lo importante. O al menos eso lo creí, porque me entregó un sobre grande y amarillo, en él estaba escrito la letra de mi madre. Aquello me sorprendió. Lo sujete y con ternura mi abuelo comenzó a hablar…
Durante una época fuimos una familia normal- explico- me hacian dibujos, escribían cartas y esa clase de cosas que hacen los críos, pero todo cambió y aquí me encuentro, años después conociendo a mi nieta adulta y yo...en mis últimos días.
¿Te mueres?- pregunté escondiendo el dolor en mi voz. No tenía aspecto de alguien enfermo y durante el tiempo que estabamos hablado creí que no se iba a morir.
No, pero es lo que pretendo…
Aquella confesión vino con una larga explicación, algo que quería saber desde el instante que pise su casa. Sabía que no me iba a gustar lo que iba a oir, pero tampoco tenía otra alternativa. Parecía que mi abuelo me necesitaba y no lo iba a dejar solo, abandonado y tirado en lo que fuera que pretendiera hacer.
Me explico que le detectaron un cáncer bastante extendido, pero que tenía un buen pronóstico, al menos unos 10 años le quedaban de vida, pero que posiblemente en cualquier momento tendría que comenzar con medicaciones muy fuertes y quimioterapia, y por ende comenzaria a tener muchos dolores y no sería vida. Así que decidió morir cuando él quisiera, consciente de todo lo que había tenido y sin dolor alguno. Había alquilado una casa en Suecia, comprado un billete y en lista de espera para la eutanasia. Lo tenía todo planeado, menos una cosa… Yo.
Te escribí cuando encontré una vieja foto de tu madre y tu padre, atrás estaba la dirección de donde vivían y con un poco de dinero por medio, logré contactar contigo. Queria conocerte y ante todo…- de golpe se quedó en silencio y miró al suelo incomodo.
Di lo que tengas que decir, abuelo.- le animé con una sonrisa.
Sonará egoista, pero… quería dejar al menos una huella en alguien… un pequeño recuerdo, aunque fuera falso.
Y por primera vez desde que lo conocí vi la soledad en su rostro. En ningún momento me contó lo que había ocurrido con mis padres y tampoco yo le pregunté, no necesitaba esa clase de información. Era huérfana y siempre lo iba a ser, nada de eso iba a cambiar las cosas y tampoco cambiaría su decisión de querer morir de forma digna.
No necesité escuchar mucho más, así que con una sonrisa decidí pasar tiempo con él. Quería que aquel anciano tuviera un bonito recuerdo de ese verano, de mi y que no se fuera a la tumba con un mal sabor de boca. Quería hacerle feliz, aunque no fuera como su nieta real, sino como una simple amiga, porque por mucho que tuvieramos lazos de sangre no lo sentía así y él tampoco me veía como tal, así que tan sólo eramos un par de amigos y así fue como todo paso…
Cuatro meses pasé en la isla de mallorca, siendo abrazada por los rayos de sol y besada por la cálida brisa marina, escuchando batallitas de un viejo malhumorado y las risas de los niños en la playa. Fueron unas vacaciones agridulces, sobretodo al final… El día del viaje había llegado y con ello el final de nuestro encuentro y el de su vida. Me ofrecí a acompañarlo pero el rechazó la oferta muy alegre. Me dijo que no necesitaba a nadie ahí, que no quería dejar cosas pendientes cuando cerrara los ojos, así que acepté su decisión y me marche de nuevo a mi caotica vida.
Pensé que aquello tan sólo se quedaría en un recuerdo, en una anécdota, que jamás volvería a saber nada de todo aquello, pero meses después me llegó una carta. Sentí algo extraño,tuve miedo de abrir esa carta y leer unas palabras de alguien que ya no existía, tanto así que no fue hasta meses más adelante que la abrí dispuesta a leer su contenido y llorar si eso tenía que hacer…
Al abrirla no sé que esperaba, pero aquello desde luego no era. En un enorme folio blanco, tan sólo había una palabra “Gracias”. Y nada más escrito, ni una foto, ni una postal...nada. Sólo eso. Aquello me sorprendió, pero en vez de llorar tan sólo pude dibujar una triste sonrisa. Mi abuelo, un tipo de pocas palabras… había llegado a mi vida como un brisa cálida y se había marchado igual, pero en vez de cálida un poco fría. Un hombre misterioso que había dejado mucho en poco tiempo, tal como él había querido. Había dejado huella.
Es para agradecerte que hayas encontrado tiempo para escribo.
ResponderEliminarMuy emocional este fin de la historia.
Besos.
Gracias amigo!
Eliminar¡Hola! Me ha gustado el final. Aunque me has tenido en vilo hasta casi el final, no sabía si acabaría bien o mal. Los sentimientos han quedado completados. El punto agridulce le da calor al relato. Y el final, es mágico. La grandeza de siete letras: gracias.
ResponderEliminar¡Saludos!
¡Gracias!
EliminarDisfruta de la forma en que te nazca disfrutar. Sin arrepentimientos.
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