El anti-paraiso: Capítulo 2



Tuturu!!

Después de tener esta historia abandonada... ¡al fin vuelvo con ella! He de confesar que ya está acabada, así que iré subiendo los capítulos  bastante seguidos así que no pondré mi paja diaria cuando escribo...

Espero que te guste y lo disfrutes, yo personalmente me lo he pasado pipa escribiéndolo, aunque la idea cambió bastante... quizás es porque ya no pienso igual. No sé.

Capítulo 2

Había logrado superar un mes entero en la casa de aquel ángel erótico sin pecar. ¿Cómo? Muy fácil, matándome a trabajar y haciendo turnos que un ser cuerdo jamás se hubiera imaginado hacer. Algo que pasó me pasó factura cuando logré, o más bien me obligaron, a coger un día libre. A la mañana siguiente no me podía mover de la cama, literalmente mi cuerpo no reaccionaba a ningún impulso nervioso. Durante unos segundos pensé que me había muerto, pero pronto rechacé esa idea al ver como Chucho meneaba la cola feliz al verme abrir los ojos, y por primera vez en años me alegré de dejarlo dormir conmigo. Su rasposa y babosa lengua pasó por toda mi cara, despertando así todos mis sentidos de supervivencia, más que nada porque sus afilados dientes se aproximaban a mis ojos peligrosamente. Logré sacar un brazo del edredón para apartarlo y después me arrastré cual serpiente hasta la ducha. No sé cómo me desvestí y entré a la ducha. Sólo sabía que lo había conseguido. 

Después de ducharme con una exagerada lentitud me dispuse a abandonar mi guardia para llenar una bolsa de mercadona de víveres y volver a enclaustrarme en el cuarto para evitar el pecado. Tonta de mí, que pensaba que aquel ángel endemoniado no se percataría de que después de casi 24 horas sin dar muestras de vida apareciera. Al cabo de unos segundos estaba en la puerta de la cocina, algo más demacrado de lo normal, ojeroso y con barbita de pocos días. Mi útero agotado, necesitado y mi vagina seca como una mojama explotaron de placer visual, por lo que tuve que cerrar las piernas e imaginarme que los ojos enojados de mi madre estarían juzgando mis cochinos pensamientos. Obviamente nada de eso funcionó cuando se acercó a mí y me abrazó.

- ¡Dios! Pensaba que te habías muerto... o que te habrías escapado.- noté que la segunda probabilidad le asustaba más de que me hubiera muerto. No sé si sentirme abrumada de felicidad o extrañada.
- Tú tampoco es que parezcas mucho mejor que yo...- dije en mi defensa mientras apartaba sus brazos musculosos y sexuales de mi virginal y necesitado cuerpo. 
- Me he matado a trabajar...
- Yo igual.

Durante unos escasos minutos me di cuenta de una cosa. Había sido una completa maleducada con el pobre hombre. Él en su buena voluntad me había acogido en su mansión, ofrecido cobijo y cariño, e incluso sueños húmedos ¿y qué había hecho yo? Apartarlo como si de un leproso se tratase. Sintiendo la culpa tuve que pedirle perdón, él me miró como si estuviera loca y yo en mi ambición de conseguir el perdón de Dios, le explique mi alejamiento de él. Claramente sin comentar nada de mis fogoso deseos hacia él. Dicho hecho, ocasionó que todos mis esfuerzos de mantenerme alejada de él fuera un completo fracaso. En esa mañana entre café, café y chocolate comenzamos a entablar una conversación muy divertida y el poder del chocolate silencio el fuego que me quemaba por dentro. 
Alan era un médico, más bien un residente en busca de una especialidad que le gustara. Había tocado todo: neurología,cardiología, ginecología, podología...etc y nada le gustaba. También pensó en cirugía pero tampoco se quería encasillar en una sola especialidad así que después de un mes entero rotando por todo el hospital decidió tomarse unas vacaciones para averiguar su lugar en el mundo médico.

- ¿Y si te metes en la cirugía general?- murmuré un rato después de que él hablara. Se quedó mirando extrañado.- Soy enfermera...- explique antes de que preguntara, más que nada para informarle de cómo conocía yo lo que iba a decir después.- y he asistido en cirugías con doctores generales y ven mucho, aunque también los anestesistas...- me quedé pensando un monte y sin darme cuenta solté.- aunque ellos son unos rancios y tu no lo eres...- sise.
- ¿Rancio?- su sonrisa divertida y pícara cuando me miró volvió a encender mi cuerpo y automáticamente supe que debía huir antes de saltar sobre él.

Al sentir su interés por mi afirmación, me senté erguida en el sofá y me propuse a contarle mi tesis de por qué los anestesistas eran rancios y desagradables. Aquello le gustó tanto que a diario me pedía opinión sobre cada especialidad médica y no médica, y casi sin darnos cuenta nos pasábamos largas horas hablando, uno delante del otro, rozando nuestras rodillas y chocando nuestras palmas. Y mientras pasábamos el tiempo así me iba dando cuenta que no sólo me atraía su físico, sino también la forma honesta de hablar, de cómo se involucraba en cada especialidad, en cómo intentaba que aquello le apasionara y sobre todo, en el amor que ofrecía a cada momento. No era de extrañar que mi hermana se hubiera enamorado de él, pero el punto era en ¿cómo podía dejarlo solo?  Quitando toda esa capa de masculinidad, ferocidad sexual e independencia emocional, Alan era un hombre normal que necesitaba que su novia estuviera con él. 
Desde que ese vínculo creció entre nosotros, a cada día que pasaba me picaba más la curiosidad de saber más de su relación con mi hermana,con su familia e incluso de la gente que él podía considerar un amigo, pero por mucho que intentara sacar las palabras no lo lograba. Era como si aún faltara dar un paso, había algo entre nosotros que hacía que aquellas preguntas no fueran aptas para nosotros. En cierto modo sabía que si acortaba aquella distancia, posiblemente la frágil barrera que nos separaba sexualmente se iba a romper. Porque sí, después de casi medio año viviendo juntos y compartiendo horas, era tan claro como el agua que ambos nos sentíamos atraídos, y cualquiera lo podría notar. Pero precisamente era esa barrera que nos distanciaba era la que yo quería romper. 

Comentarios

  1. Hola Cath 😘 que excelente capítulo, que bueno que has vuelto a retomar esta historia.

    Un besote desde Plegarias en la Noche.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

¿Y tu qué opinas?

Entradas populares